Colonia.- Inglaterra
y Suecia,
clasificados ambos para los octavos de final de la Copa del
Mundo Alemania 2006, empataron hoy 2-2 en un espectáculo
excitante y de cambiantes alternativas, jugado a todo ritmo
en el estadio de Colonia, por la última fecha del Grupo
B.
Inglaterra se medirá en octavos de final el domingo
en Stuttgart contra Ecuador,
en tanto que Suecia lo hará con Alemania
el sábado en Munich.
Los goles de los "leones" de las islas fueron anotados por
Joe Cole en el minuto 34 y por Steven Gerrard a los 85, en
tanto que los escandinavos establecieron sendas paridades
en el minuto 51 por medio de Marcus Allback y en el minuto
90 con anotación de Henrik Larsson, detalló AFP.
Allback pasará a la historia de los Mundiales al anotar
el tanto 2.000 de la competición desde su nacimiento
en 1930.
La selección inglesa sumó siete unidades, escoltada
por los suecos con cinco, en tanto los eliminados paraguayos
reúnen tres puntos, contra sólo uno de los trinitenses.
La escuadra que lució la camiseta roja talismán
para romper una sequía de 40 años sin títulos
mundiales había sufrido un duro golpe al comenzar el
encuentro cuando perdió a de sus estrellas, el delantero
Michael Owen.
Owen se lesionó sólo, en una desafortunada maniobra
en la que se torció una rodilla cuando daba un pase y
fue reemplazado por "la torre" Peter Crouch.
Los ingleses mostraron que les sobra paño al contar
con varios jugadores de notable peso ofensivo, así como
figuras poderosas de recambio, por lo que siguió sin
darle tregua a los nórdicos.
Uno de esos hombres en el césped del estadio de Colonia
era Cole, el jugador desequilibrante, el prodigio de fútbol
rápido y efectivo que ponía en acción todo
su talento.
Volcado sobre el ala izquierda a partir de tres cuartos de
cancha hacia adelante, metía pases al corazón del
área como puñales y a veces probaba con remates
furibundos de media distancia.
Así fue como marcó uno de los goles más espectaculares
en lo que va de la Copa del Mundo, cuando recibió un
rebote a unos 25 metros del arco, en posición cerrada
y diagonal.
Cole paró la pelota con el pecho, la acomodó para
su perfil derecho y sin dejarla picar en el suelo la empalmó
en forma bombeada sobre el arco de Andreas Isaksson.
La pelota aterrizó como un meteorito a espaldas del
guardameta que se lanzó acrobáticamente hacia atrás,
pero era tarde porque su manotazo de ahogado no sirvió
para impedir el gol.
Inglaterra no aflojó después de la conquista su
presión ofensiva, pero careció de un hombre que
supiera capitalizar en goles los pases de Cole y de Frank
Lampard, con una apagada actuación de David Beckham.
La reacción de Suecia empezó a gestarse en los
botines de Fredrik Ljungberg, que ponía el alma para
recuperar el balón y apuntaba directamente sus cañones
al arco defendido por Paul Robinson.
Un viraje se produjo en los primeros 20 minutos de la segunda
mitad, cuando comenzó a soplar un huracán llamado
Suecia, cuyo empuje obligó a los ingleses a replegarse
contra su voluntad.
Arreciaban los centros áereos y llovían los pelotazos
sobre la defensa inglesa, de tal modo que tanto fue el cántaro
a la fuente que al final se rompió.
Inglaterra cedió un tiro de esquina en medio de ese
temporal y el centro lo ejecutó al primer palo Tobías
Linderoth hacia la posición de Marcus Allback, quien
acertó a meter un cabezazo hacia el palo opuesto del
arco por donde se coló el balón, a los 51.
La sorpresa que trajo el encuentro fue que en vez de producirse
una nueva presión inglesa por desnivelar, no amainó
el temporal de camisetas amarillas sobre la valla de Paul
Robinson.
Se vieron entonces tiros francos que rebotan en los hierros
y salvadas providenciales sobre la línea, como en una
pelota que rechazó Steven Gerrard -reemplazante de un
desconectado Wayne Rooney-, ahogándose el grito de gol
de los suecos.
La entrada de Gerrard fue decisiva porque supo aparecer como
un fantasma sobre la hora para conectar de cabeza al gol un
centro lanzado por Cole, otra vez pieza clave en la victoria,
a los 85.
Otro hombre destacado en Suecia, el volante Henrik Larsson,
hizo otra aparición fantasmal, pero sobre el arco de
Robinson para marcar la paridad definitiva.
La pelota había viajado rápidamente de un arco
al otro hasta el final del encuentro, con una mejor disposición
ofensiva y mayor agresividad de los escandinavos.