Dortmund.- Dortmund fue una caldera durante
toda la jornada, por la avalancha de aficionados desplazados
a la ciudad, y se fundió con la derrota de Alemania ante
Italia en un estadio que hasta hoy siempre había dado
suerte al anfitrión.
Unos 65.000 seguidores en el estadio y otros aproximadamente
150.000 en la ciudad, en su gran mayoría alemanes, no
fueron suficientes para hacer ganar a la selección de
Jürgen Klinsmann.
Algo que, unas horas antes del partido, nadie quería
ni imaginar en Dortmund. Tras el 0-2, las banderas alemanas
seguían ondeando, como durante todo el Mundial, pero
eran esta vez la imagen de la derrota.
La ciudad westfálica había sido una olla a presión
desde primera hora de la mañana y a medida que avanzaron
las horas subió la temperatura, tanto humana como meteorológica,
con el termómetro por encima de los 30 grados.
Una marea humana portando banderas, camisetas, pelucas con
los colores alemanes, convivió camino del Westfalenstadion
más o menos en armonía con grupos de la squadra
azzurra, entre bocinazos y gritos de guerra al enemigo, relató
la agencia Efe.
Los italianos eran claramente inferiores en número -unos
35.000, según la policía, entre los que tenían
entrada y los de la calle-, pero se dejaron oír con claridad,
tanto en el Westfalenstadion como en los espacios públicos
con pantalla gigante.
El "Viva Italia" se hizo escuchar durante todo el día,
como una especie de premonición de que no iban a ser
modestos tampoco en semifinales, pero mucho que fuera contra
el anfitrión.
"Voooooolare", entonaron ya en la estación, al bajar
del tren, un puñado de camisetas azzurri; "Oh, oh" respondió
entonces un coro atronador y superior de alemanes; "Cantaaare",
siguieron los italianos... "Oh, oh, oh, oh", resonó en
el andén entero de la estación.
Una decena de alemanes, uniformados con la camiseta del nombre
"Frings" -por Torsten Frings, suspendido para ese partido
por un puñetazo al argentino Julio Cruz, en cuartos de
final- paseaba con actitud provocadora, como sin tomárselos
en serio, ante un grupo de italianos.
"Torsten estará en Berlín, a vosotros os tocará
luchar por el tercer puesto", les soltó uno, a voz en
grito, dando por sentado, como casi todo el mundo, que la
batalla por la final en la capital alemana estaba ganada.
Los alemanes se creían superiores, no sólo en número,
y acabaron no siéndolo.
Supuestamente, el Westfalenstadion es una cancha que da suerte
a Alemania, puesto que de 14 partidos disputados ahí
había ganado hasta ahora 13 y el otro fue un empate.
Los ánimos estaban caldeados, puesto que las imágenes
"delatoras" del gesto de Frings procedieron de una televisión
italiana y en la caldera de Dortmund subía la temperatura
minuto a minuto, desde que empezó el partido y luego
ya, en la prórroga.
El "Berlin, Berlin, wir fahren nach Berlin" -"Berlín,
Berlín, nos vamos Berlín"- era atronador, pero el
"Italia, Italia" no se dejó amilanar.