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CARACAS, lunes 19 de junio, 2006 | Actualizado hace
 
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| FIESTA GERMANA
Entre goles, samba y familia
Las emociones de grandes y pequeños fueron protagonistas. Cada gol de Brasil fue gritado a todo pulmón
(Foto Cheo Pacheco)
JOSE RUBICCO HUERTAS3 |  DIARIO
lunes 19 de junio de 2006  12:00 AM

JOSE RUBICCO HUERTAS

EL UNIVERSAL

En una metrópoli como Caracas, volcada casi que por entero al Mundial, el partido de Brasil no fue la excepción. Sólo que esta vez, por la hora y el día, la ocasión fue propicia para verlo junto a los seres queridos, pues es una costumbre aprovechar los domingos para compartir en familia. Muchos incluso hicieron un alto en la celebración del Día del Padre para acercarse a los distintos lugares y también centros comerciales, con el ánimo de ver el llamado "jogo bonito" de la canarinha. Al Instituto Cultural BrasilVenezuela, de La Castellana, llegó el carnaval. Al ritmo de la samba, de las garotas vestidas de verde y amarillo, todos estaban preparados para ver el partido. Había mucha energía positiva, porque para los brasileños cualquier motivo es excusa para armar una fiesta. Llevan la música y el ritmo en la sangre. En un rincón, Fernando Sosa, con su pequeño Sebastián de 2 años en sus hombros y junto a su esposa Patricia se mantenían expectantes. "Me lo traje casi obligado", dijo Patricia en relación a su pareja. "El quería ir directo para Galipán, a almorzar, pero yo le dije qué va, vamos a ver el partido antes. No podemos perdernos la fiesta", añadió la joven nativa de Río de Janeiro. La pelota comenzó a rodar y todos siguieron atentos las incidencias, porque aspiraban a que no se repitiera la historia del primer partido, donde apenas marcaron un gol. Querían ser testigos de muchos tantos, de la fantasía de Ronaldinho, la definición de Ronaldo, el coraje de Kaká. De vez en cuando, con un ataque fallido de la canarinha, sonaban los tambores, los pitos, las cornetas y demás instrumentos de la samba, como queriendo darle ánimo al equipo desde un sitio tan lejano. Al concluir la primera parte, mientras los jugadores brasileños eran abucheados en el estadio, aquí los parciales del equipo bailaban hasta el cansancio. El marcador estaba inamovible pero festejaban cual goleada de marca mayor. Hasta el pequeño Sebastián intentaba tararear una canción, mientras que su padre lo balanceaba de un lado a otro. La calma llegó con el comienzo de la parte de complemento, pero sólo duró unos minutos. Se transformó en euforia con el gol de Adriano. Arrancó la música contagiosa, el júbilo, un júbilo que se vio colmado con el tanto de la puntilla, el de Fred. Aunque para los más técnicos Brasil de nuevo no convenció con su demostración, pese a haber clasificado a octavos de final, aquí disfrutaron la victoria a más no poder.

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