El hecho que la selección de Brasil superara por la mínima diferencia a su similar de Croacia, en su estreno en el Mundial, no impidió que los decíbeles subieran a máximo nivel en las instalaciones del Instituto Cultural Brasil-Venezuela, en La Castellana. La fiesta jamás paró en medio de motivos de color verde y amarillo
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(Foto Nicola Rocco)
JOSE RUBICCO HUERTAS
EL UNIVERSAL
Guarden los libros, los cuadernos, los apuntes. Apaguen
las luces y cierren los salones.
Durante dos horas, los apacibles espacios del Instituto Cultural
Brasil-Venezuela, en La Castellana, de Caracas, dieron paso
a una fiesta de color verdiamarillo.
El recinto, que tiene como fin principal la enseñanza
del idioma portugués que se habla en Brasil a jóvenes
y no tan jóvenes residenciados en nuestro país,
se convirtió en un hervidero de pasiones.
Y es que nadie quería perderse el estreno de la
canarinha, superfavorita del Mundial.
Los detalles fueron cuidados y como anticipo para animar
lo que casi todos creían una goleada ante Croacia,
tenían a un conjunto de samba, el de la profesora
Simone con sus hermosas garotas, esas que con sus esculturales
cuerpos hacían que algunos caballeros desviaran
la mirada de la pantalla gigante para fijarse en sus
redondas formas.
En el salón principal, el número 10, el
dorsal que tiene Ronaldinho en su camiseta, parecía
multiplicarse. Por todas partes estaba en las franelas
de la torcida, término con el que los brasileños
denominan a la hinchada.
Se nota que el culto por el jugador del Barcelona,
en la liga española, raya en los límites
de la idolatría. Todos estaban expectantes
ante la posibilidad de un gol suyo.
A ritmo de samba el balón empezó a
rodar. Brasil iniciaba la carrera por el triunfo,
pero Croacia se la puso difícil.
A veces, como un susurro, se escuchaba un comentario
impaciente: "Qué pasa Ronaldinho, haz una
de las tuyas", porque no llegaba el primero
de tantos goles que prometía en el papel
la canarinha.
Casi al borde del límite de la primera
parte, el grito de ¡goool! llegó, gracias
a la jugada de Kaká. Arrancó la
samba, arrancaron los tambores. Ya no importaron
los minutos finales de ese tiempo inicial,
el frenesí se extendió y sólo
los decibeles bajaron el comienzo de la segunda
parte.
Todos aguardaban por el "jogo bonito",
por la avalancha amazónica, que nunca
llegó. Ronaldinho fue incapaz de anotar,
pues su cabezazo se estrelló en los
puños del portero. El crack no pudo,
tampoco sus compañeros, pero con el
pitazo final la alegría se desbordó.
La samba tomó protagonismo, un protagonismo
que no tuvo la verdiamarilla con sus goles.
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