Los seguidores de la azzurra en el Centro Italiano Venezolano, en Prados del Este, festejaron la victoria in extremis ante Australia.
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(Foto )
JOSE RUBICCO HUERTAS
EL UNIVERSAL
Pocos, mejor dicho, ninguno, habrían imaginado un guión
tan escalofriante y agónico como el que durante casi dos
horas se puso en escena.
Y eso que la selección de Italia es una de esas a las
que le gusta especular con la pelota. Pero ante un rival como
Australia, todos estaban optimistas en torno al resultado.
El sitio de reunión: el Centro Italiano Venezolano,
en Prados del Este. Mismo lugar, mismo salón, el principal,
sólo que otra fase más del Mundial.
El azul era el color predominante. También el verde,
blanco y rojo, los tonos de la Bandera, combinación
que con preferencia usan las damas, las adolescentes,
en sus ropas.
Mientras, los más pequeños se veían
impacientes, muchos con uniforme de colegio, o sea,
"jubilados", pero esta vez con la anuencia de los padres,
porque había un justificativo: estaba en juego
la vida de Italia.
El balón comenzó a rodar y de inmediato
se escucharon los aplausos. El entusiasmo dio paso
a la fe, una fe ciega. Los minutos pasaron y con cada
ataque parecía que llegaría pronto el gol,
el tanto anhelado, pero nada. Así terminó
el primer tiempo.
Tras el descanso, revivió el fervor, que se
apagó poco después con la expulsión
de Materazzi. Italia quedaba con 10 hombres y el
silencio pasó a ser protagonista. Sólo
fue interrumpido con el ingreso a la cancha de Totti.
El fantasma de la prórroga rondaba y, por,
ende, también el de los penales, pero justo
a siete segundos del final del tiempo suplementario
apareció el penalti salvador, ese que cobró
luego Totti de manera contundente y que desató
la euforía colectiva.
Niños corriendo de un lado a otro, mujeres
sobre la tarima del auditorio bailando tarantella,
gente abrazada; otros, celulares en mano, respondiendo
llamadas sin parar. En fin, una locura.
Sin embargo, todo no quedó allí.
A los italianos les gusta celebrar en grande
y, de allí, siguiendo el autobús de
una firma de calzado deportivo, estacionado
en el club, se fueron en caravana hasta Las
Mercedes, donde "materialmente" cerraron la
calle Nicolás Copérnico, que da acceso
al Centro Comercial Tolón, ante la sorpresa
de los funcionarios de la Policía de Baruta,
montando así su fiesta particular.
Entre cornetas, pitos, banderas, también
tomaron parte de la avenida Principal. Para
ellos, en ese momento, lo importante era el
festejo, pues ese gol in extremis les permite
seguir soñando.
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