JOSE RUBICCO HUERTAS

EL UNIVERSAL

De sueño a pesadilla. De ilusión a desencanto. Sentimiento colectivo entre quienes abarrotaron vestidos de azul el Centro Italiano Venezolano, en Prados del Este, porque el armisticio fue tan amargo como una derrota. Se reflejó en sus rostros durante el partido y al concluir. Caras largas y de resignación por la igualada con Estados Unidos, mientras que algunos sacaban cuentas de los puntos sumados por los rivales en el grupo, a la espera del próximo juego, pendientes de las combinaciones para poder avanzar a octavos de final. Muchos concluían que el destino le había jugado una mala pasada a Italia, tras el fatídico autogol de Cristian Zaccardo, esto unido al hecho de que la azzurra no pudo pese a jugar casi todo el segundo tiempo con un hombre más. La tensión, presente en el ambiente durante 90 minutos, no había sido contemplada como parte del libreto. Pero fue protagonista. Todos esperaban el triunfo, la clasificación, pero ésta jamás llegó. La alegría del minuto 22, con el gol de Giardino, fue pasajera y se esfumó cinco minutos después con la daga que perforó la propia arquería italiana. Vaya golpe. La expulsión de Danielle De Rossi hizo aumentar la angustia, parcialmente aliviada después con la salida, también por roja, de los "gringos" Pablo Mastroeni y Eddie Pope. Entonces, parecía que había llegado el momento de Italia. El gol se anunciaba, venía ataque tras ataque en la parte de complemento, pero faltó puntería, también suerte. Faltó el gol, faltó todo. Los tambores no sonaron, hubo silencio. Será para otro día.