CARACAS, domingo 18 de junio, 2006 | Actualizado hace
Momentos de alegría e incertidumbre se alternaron en el sentir de la concurrencia durante el partido. Al final, prevalecieron las sonrisas
(Foto Vicente Correale)
A los miembros de la colonia no les importó despertarse temprano, de manera de estar puntuales en su cita en el Centro Portugués, de Macaracuay.
La consigna era vivir las emociones del partido contra la selección de Irán en grupo, mejor que en casa, pese a que los sábados son de esos días en los que a cualquier mortal le cuesta abandonar el rico calor de las sábanas.
Vestidos con franelas rojas, ataviados con banderas, pañoletas y gorras, grandes y pequeños abarrotaron los distintos salones dispuestos en el club para ligar al equipo.
Hubo muchos nervios en la primera parte, porque no llegaba el gol de la tranquilidad para soñar con el pase a octavos, algo que la selección lusa no alcanzaba hace 40 años.
Los niños y las jovencitas fueron de los más activos, atentos a las tres pantallas gigantes del salón principal. Muchos de ellos con una botella de jugo y empanadas en mano, porque el "madrugonazo" no les dejó tiempo para desayunar en la casa.
A un lado, Sabrina Quintal, hija de portugueses nativos de la isla de Madeira, destacaba por su atuendo, al vestir un corto y juvenil top, finamente bordado con las banderas de Venezuela y Portugal en relieve, una forma de mostrar su amor por la patria que la vio nacer, así como por el país de origen de sus padres.
"Seguro que el marcador se abre en la segunda parte", le confiaba optimista a su amiga Angie, sentada a su lado y con quien vio el partido.
Razón tuvo, porque en la segunda parte no tardó en llegar la definición de Deco, y luego más tarde el penalti del 2-0, por el que todas las jovencitas deliraron, también porque enfocaron en un primer plano el rostro de Cristiano Ronaldo.
"Sabía que el equipo podía. Se cumplió una meta, pero esperamos mucho más de ellos", comentaba una emocionada Sabrina, de 16 años y estudiante del penúltimo año de educación básica.
El Centro Portugués se convirtió en una locura. Los niños corrían de un lado a otro, mientras el resto se abrazaba o hasta brincaba.
El triunfo significó también para los padres lusitanos un regalo anticipado, horas antes de su día. Una especie de recompensa tras llevar a sus hijos al club muy tempranito. "¡Valió la pena!", exclamó más de uno en las afueras._JRH