Italia reivindicó su fútbol al ganar su cuarto título mundial en medio del mayor escándalo de su historia
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(Foto )
JAVIER BRASSESCO
EL UNIVERSAL
Italia llegó al Mundial envuelta en el mayor escándalo
de toda su historia, con un técnico y unos jugadores que
varias veces tuvieron que interrumpir su concentración
para ir a declarar a los tribunales sobre una liga en donde
se arreglaban resultados y el equipo más poderoso designaba
los árbitros que más le convenían.
Era normal, por lo tanto, que nadie apostara mucho por este
equipo azzurro, que venía de ser eliminado en la primera
ronda de la Eurocopa 2004 y que no ganaba absolutamente nada
desde un remoto 1982, en un Mundial en el que también
la selección se presentó salpicada por el escándalo
de las apuestas del totocalcio.
Pero esta Italia tiene algo que en fútbol se llama
oficio. Sabe imponer su ritmo, sabe cuidar un gol, sabe
mantener un resultado y, sobre todo, como siempre en su
historia, tiene una defensa durísima. Así se abrieron
camino en momentos duros, así se impusieron a la difícil
selección ghanesa, así resolvieron un partido
contra Australia jugando con un hombre menos, y así
hicieron para empatar un encuentro final en el que los franceses
fueron superiores.
Porque así como se alabó la actitud de Italia
ante los anfitriones, ahora hay que decir que contra Francia,
después de unos buenos treinta minutos, se quedó
sin ideas y se dedicó a dejar pasar el tiempo. Los
galos disputaron un partido épico: Vieira fue un
monstruo cortando balones antes de que tuviera que retirarse
lesionado, Henry puso a temblar a sus rivales cada vez
que tenía el balón, Makelele fue inmune al cansancio
y en el minuto ¡119! robó un balón que le puso
a Wiltord en los pies pero que el delantero mandó
a las nubes, y Zidane... bueno, pues mostró sus dos
facetas: la del jugador valiente y de sangre fría
que ejecutó un penalty "a lo Panenka" (en recuerdo
del checo que en la Eurocopa del 76 cobró un penal
pateando un flojo globito por el centro de la portería)
y también su lado oscuro de camorrero: tarjeta roja
por un cabezazo sin balón a Materazzi y triste fin
de la leyenda. El hecho cierto es que Francia siempre
fue más: con Vieira o sin Vieira, con Zidane y sin
Zidane, cuando tenían once y cuando tenían diez.
Pero los goles no hay que merecerlos; hay que hacerlos,
y Francia no los hizo. Los mismos penales que le hicieron
perder la final de 1994 y que la dejaron fuera en 1998
esta vez fueron para Italia, que se coronó con
un tiro de Fabio Grosso, el que le resolvió el
partido de octavos y la semifinal.
Justo cuando más lo necesitaban sus golpeados
fanáticos, los futbolistas italianos se levantaron
por encima de una madeja de corrupción y lograron
el cuarto título mundial de Italia y el primero
en 24 años.
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