ESTEBAN ROJAS
EL UNIVERSAL
Francia es fútbol. Y del bueno.
Porque Inglaterra será la cuna del fútbol, Brasil
el único pentacampeón, y Alemania e Italia las selecciones
más exitosas de Europa, es verdad, pero el fútbol
tiene un indiscutible aroma francés.
La Copa del Mundo es invento de un abogado y dirigente
político de esos lares, Jules Rimet; el primer gol
del Mundial tiene la firma de otro de sus hijos, Lucien
Laurent; Just Fontaine marcó 13 tantos en Suecia 1958
_récord que parece imbatible_ y hombres como Michel
Platini y Zinedine Zidane han hecho historia con el balón.
Además, Francia es una de las fundadoras de la FIFA
y, luego, de la UEFA.
Pocos países pueden decir que tienen una relación
tan estrecha con el "deporte rey".
Liderada por Zidane en la última gran aventura
de su carrera, la selección de Francia le ofrece
a sus compatriotas una razón para sonreir por un
rato. ¡Y vaya que la necesitaban! Así, al menos
podrán olvidar por un rato el reciente "no" a la
Constitución Europea en referendum _con crisis
política incluida_ y los múltiples problemas
sociales que ha provocado la reforma laboral llevada
a cabo por el presidente, Jacques Chirac.
Sí, la creación de Rimet, quien vio cumplido
su sueño cuando al mando de la FIFA escuchó
el pitazo inicial del primer partido del Mundial de
Uruguay 1930 _la primera edición del que se convertiría
en el evento deportivo más importante del mundo_,
ahora hace sonreir a todos los galos.
Porque Francia entera se une en torno a la selección
y se calcula que más de 20 millones de personas,
casi un tercio de la población de todo el país,
seguirán las incidencias de la final contra
Italia a través de la televisión, deseando
disfrutar de otro triunfo como el de 1998, cuando
se desató en París una fiesta que, según
AFP _la agencia francesa de noticias_, fue el "mayor
alborozo popular desde la liberación de la
capital del dominio de los nazis en 1944". ¡Casi
Nada!
Ya el camino de Zidane y los suyos hacia la final
ha despertado algarabía en las calles, con
multitudinarias celebraciones luego de los triunfos
frente a Brasil y Portugal.
La fiesta es multicultural, como Francia, tal
como los "bleus". Zidane, de origen argelino,
se combina con los jugadores de raza negra como
Thuram, Gallas, Vieira y Makelele, y con los
galos Barthez y Ribery luchando por un único
objetivo. Hasta un francoargentino está
presente _al menos en el banquillo_ en la figura
de David Trezeguet.
"Es bueno vibrar juntos", dijo a la AFP el
sociólogo JeanMichel Faure. "Estas fiestas
sobrepasan al fútbol y expresan un apego
formidable a la idea de nación, a lo
que nos hace vivir juntos. Es también
una manera de revitalizar a una sociedad,
borrar lo que ha pasado. Durante la victoria
de 1998, todos estábamos juntos. Era
la reivindicación de una Francia multicultural",
agrega el especialista.
Francia celebra junto al deporte que vio
nacer a Zidane, reconocido como el mejor
deportista francés del Siglo XX por
sus mismos compatriotas.
Nada mejor que recibirlo en París
como un héroe. Eso vale muchísimo
para un país en el que el "orgullo"
nacional es oro, aunque entre tanta crisis
a veces puede olvidarse. El fútbol
se lo está recordando. Y, ahora,
lejos de Saint Dennis.
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