GIAN PIERO ROVAGNATI G.
EL UNIVERSAL
Italia a través de los años ha vivido el fútbol
de una manera particular. Cada década es una historia,
un vivir diferente y un resultado con un mensaje cada vez más
inverosímil. Los Mundiales representan una nueva vida en
cada uno de los fanáticos y los italianos dicen que nacen
cada cuatro años.
El fútbol se vive de manera incomparable a otros lugares.
Se aprecia en la cara de la gente, en restaurantes, en las
esquinas. Es una cultura, cuestión de vida, cuestión
de muerte, es pasión.
En muchos lugares del mundo el fútbol es una manera
divertida de vivir la vida, pero allí radica la diferencia
en los azzurri. Para ellos, para los italianos, la vida
se trata únicamente de jugar al fútbol.
Ese sentir se aprecia en las calles, en los colegios,
en las plazas. Niños con sueños futuristas se
recrean con pelotas hechas de cartón y se convierten
en los futuros jugadores del país. Juegan, se divierten,
se distraen. Pero más allá de eso, sueñan
con ser héroes nacionales. Hombres insignes que alguna
vez traerán la Copa del Mundo a su ciudad natal,
aunque quizás nunca cumplan ese anhelado sueño.
Pero lo reencarnan pateando entre dos botes de basura,
una pelota fabricada por ellos mismos.
Cada padre hace lo imposible porque su hijo pueda ser
incluido, quizás tan solo invitado a una sesión
de entrenamiento de cualquier equipo del Calcio. Los
que lo logran viven su máximo sueño, los que
no ni siquiera se frustran pues simplemente pueden disfrutar
siendo fanáticos.
Italia inició su era de triunfos en el segundo
Mundial en la historia. Se realizó en 1934 en
ese país. Los locales se consagraron campeones,
pero detrás de ese inicio de gloria existió
un motivo que pudo haber sido muerte para muchos.
"Il Ducce" Benito Mussolini reinaba en el país
con su régimen fascista. Mussolini albergaba
la máxima fiesta del fútbol mundial, motivo
de fama en el momento más categórico de
su mandato. Debió hacer lo imposible por llevarse
el triunfo y así fue. Además de la presión
sobre todos y los árbitros, el dictador amenazó
de muerte a los jugadores italianos en caso de la
derrota. Italia no podía darse el lujo de perder
y logró así el inicio de una historia
de triunfos.
Esa necesidad del éxito del "Ducce" representa
la forma de pensar el fútbol por los italianos.
La victoria alcanzada de cualquier forma, contra
cualquier obstáculo. Si por el fútbol
hay que morir seguramente muchos darán su
vida.
Hoy por hoy Italia está de fiesta. Después
de 12 años vuelven a pisar la final.
Esta vez la historia es diferente. Cuatro
grandes clubes del país están sumergidos
en un grave problema de corrupción y
pueden ser suspendidos y relegados a segunda
o hasta la tercera división del Calcio.
Se suponía que estos problemas mermarían
el accionar del equipo, pero para sorpresa
de muchos ha sido todo lo contrario. Los
problemas han sido motivo de unión
de todo el país en apoyo a una selección
que pocos daban en la final.
Para colmo han mostrado en los últimos
juegos un fútbol ofensivo y vistoso,
y el ganar este campeonato llenaría
de gloria y felicidad al país y a
sus colonias en el mundo.
Algún italiano dijo una vez: "¿Cómo
vas a saber, querido amigo, cómo
es la vida, si nunca, jamás, jugaste
al fútbol?
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