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SEBASTIAN FEST
DPA/EL UNIVERSAL
Duisburg.- Los nombres que más suenan son
Totti, Toni, Cannavaro o Pirlo, pero Italia debe ir pensando
en levantarle un pequeño altar a un joven acostumbrado
al segundo plano de un club pequeño, porque sin Fabio
Grosso no estaría en la final del Mundial.
Romano, alto (1,90) y de 28 años, Grosso es como lateral
izquierdo el sucesor del grande de la azzurra que fue Paolo
Maldini, dueño del puesto durante 14 años y 126
partidos.
Pero si los medios alemanes recomendaban en los días
anteriores a la semifinal en Dortmund hacer presión
por el sector del jugador del Palermo, tras lo visto en
la semifinal habrán cambiado de idea.
O quizá es que no prestaron atención a lo
sucedido en octavos de final ante Australia, cuando
Grosso se escapó por la izquierda reconvirtiéndose
en puntero o extremo, eludió a dos rivales y logró
un penal que convirtió con fiereza y precisión
Francesco Totti.
Aquello fue a los 90'+3. El australiano Neill lo
derribó _muchos siguen discutiendo todavía
si realmente fue penal_ cuando Australia soñaba
con la prórroga.
Y lo de hoy fue en el minuto 119: es evidente que
a Grosso le gustan las emociones fuertes y que no
se rinde hasta el final.
"La clave es que somos un gran grupo. Defendemos
todos juntos y atacamos todos juntos", explicó.
Y así fue. Andrea Pirlo, que manejó
con elegancia e inteligencia los hilos de Italia,
habilitó a Grosso desde la izquierda con
un preciso pase al centro del área: el
hombre del Palermo no dudó, y con un zurdazo
combado y de plástica belleza puso el 1-0
cuando los penales parecían el destino
irremediable del partido.
"Estoy muy contento, la pelota entró
por donde debía, fue un tiro justo, no
queríamos llegar a los penales. Se lo
dedico a mi hija, que está por nacer".
Sandro Mazzola, mítica figura de la
Italia que derrotó a Alemania en el
"partido del siglo" que fue la semifinal
de México 70, tenía bien observado
a Grosso antes del choque ante Alemania:
"Tuvo problemas al comienzo, pero ahora
está muy bien".
Hombre de escasísimas palabras,
especialista en tiros libres, Grosso fue
fundamental hace dos temporadas para el
ascenso del Palermo a la primera división
del "calcio", tras tres años con
el Perugia.
En junio dio el gran salto cuando el
Inter, siempre atento al mercado, compró
al lateral. Ya había debutado tiempo
atrás en la selección, en
abril de 2003 ante Suiza, con la estrella
de Maldini ya apagada al anunciar su
retiro de la azzurra en 2002.
"Paolo es un extraterrestre, 20 años
de calcio al nivel altísimo,
uno de los fenómenos del fútbol.
Yo estoy contento con lo que estoy
haciendo, pero él es de otro
planeta", dijo Grosso días antes
del choque de la semifinal con Alemania.
Y ahora Grosso llega a Milán,
la ciudad de Maldini, aunque en
el club rival. Grosso no quiere
ni oír hablar de que lo comparen
con Maldini.
"No puede existir comparación
con Maldini porque él es
demasiado grande. Es mí ídolo,
y para mí está a años
luz. Algún día me gustaría
acercarme a lo que él es,
pero no lo pretendo. Yo sólo
quiero ser Fabio Grosso". Desde
la noche de hoy en Dortmund nadie
le podrá negar ese deseo.
Por lo pronto Italia se aferra
a este nuevo amuleto para procurar
su cuarto título.
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