Francia se impuso a Portugal y ahora jugará la final contra Italia, en lo que será el último partido de Zidane
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JAVIER BRASSESCO
EL UNIVERSAL
Como si estuviera escrito antes incluso de que se hiciera
el mapa del mundo: la gran carrera de Zinedine Zidane tendrá
el fin que se merece, y su último partido será en
una final del Campeonato del Mundo.
Los portugueses fueron el último escollo de unos jugadores
franceses que por fin entendieron la deuda histórica
que tenían con Zizou y que después de un comienzo
dudoso en el torneo se lanzaron a jugar fútbol.
O quizá habría que decir a no dejar jugar.
Porque ese es el gran mérito de Francia, por más
que todavía muchos piensen que no ha hecho nada para
merecer estar en la final: no ha dejado que sus rivales
muestren de lo que son capaces. España, una de las
selecciones que mejor impresión dejó en la primera
ronda, apenas disparó dos veces a la portería
que defiende el desastroso Barthez. Brasil, nada más
y nada menos, no pudo dominar el encuentro ni siquiera
cuando jugaba con un gol en contra. Ayer Portugal se cansó
de intentarlo, siempre fiel a su estilo de triangulaciones
en la mitad de la cancha y con subidas de sus mediapuntas,
y nada de nada. Ahí es cuando se ve la clase de jugadores
como Vieira y Makelele, que pueden pasar inadvertidos
pero que se encargan de toda la labor de destrucción
del juego contrario.
Y que además, con sus robos de balones en la mitad
de la cancha, propician los letales ataques de los veloces
Ribery y Henry, ataques que siempre pasan primero por
el cerebro del equipo francés: Zinedine Zidane.
Ante los portugueses, los galos impusieron siempre
el ritmo que quisieron: se resignaron a entregar la
posesión del balón a sus rivales porque
son conscientes de sus propias limitaciones, y jugaron
siempre a la contra. Así hasta que a la media
hora llegó el gol por un penalty de Carvalho
sobre Henry que convirtió Zidane. Entonces, mientras
los franceses se afianzaban en su estilo e impedían
el juego del contrario, los portugueses simplemente
no supieron qué hacer. Miguel lo intentó
de todas las formas, pero al final se retiró
lesionado. Cristiano Ronaldo estuvo demasiado preocupado
en tirarse en absolutamente todas las jugadas en las
que llegaba al área como para tener ninguna trascendencia.
Pauleta también quiso remediar con piscinazos
la calidad que no tiene. Deco desapareció en
acción. Figo, último representante de una
generación gloriosa que perdió todos sus
trenes, falló en el minuto noventa un fácil
cabezazo luego de un error espantoso de Barthez. También
Meira tuvo su oportunidad de última hora pero
lo mató la ansiedad. Nada de nada.
Ahora el domingo podremos ver por última vez
a un jugador de esos de los que se habla a los nietos,
de esos que nos hacen a todos nosotros un poquito
más afortunados porque tuvimos la dicha de
verle. La final es cosa de grandes, y allí
estará, por última vez, Zinedine Zidane.
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