El furor se apoderó de la ciudad capital. La inmensa colonia italiana salió a celebrar el triunfo de su oncena.
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(Foto Nicola Rocco)
JOSE RUBICCO HUERTAS
EL UNIVERSAL
Para ellos fueron los 119 minutos más largos de toda
su vida, pero sin lugar a dudas, la espera valió la
pena.
Sentimiento generalizado en las instalaciones del Centro
Italiano Venezolano, atestado de "tifosis" con fe ciega
en el equipo, porque como ellos dicen, Italia es grande
y tenía que estar en la final.
Esta vez los parciales llegaron al club social ubicado
en Prados del Este con mucha antelación, pero el
volumen de gente fue tal que hasta cola se formó
en la auopista para llegar a la entrada principal.
Los seguidores de la azzurra se repartían por
todos lados: por el cafetín, por la piscina,
por un recinto que es usado para clases de danza y
gimnasia, dispuesto con televisor y sillas, pero nada
como el salón Italia, el gran recinto con dos
pantallas gigantes, todo oscuro, cual cine, donde
la temperatura llega al tope.
Había un atmósfera de fiesta y la forma
como salió a jugar el equipo les dio a los
miembros de la colonia italiana y sus descendientes
motivos para ser aún más entusiastas,
pese a que sabían que el rival, Alemania, no
era fácil.
Con mucha energía y al coro de "¡Forza Ragazzi!"
gritaban sin parar. Jamás bajaron la guardia
en el primer tiempo, pese a que no llegó
el tan ansiado gol.
Para la segunda mitad, el fervor decayó
algo, porque se veía venir la prórroga
y porque Alemania había dado más de
un susto. Pero el más mínimo atisbo
de temor desaparecía con cada ataque italiano.
El alargue, con los dos remates italianos
que fueron a dar en el travesaño hizo
que algunos creyeran que era un presagio,
que se iban a penaltis por la mala fortuna.
Los minutos pasaban hasta que faltando
uno, llegó el gol. El grito "¡Goooooollllll"!
retumbó por todo el club, la gente
se abrazaba, otros corrían, brincaban,
en una vorágine de emociones que pareció
demorar un siglo y que hizo que la celebración
se atara casi que de inmediato con el segundo
tanto, que tomó a más de uno desprevenido.
Tras el fin del partido, los italianos
celebraron como nunca, a ritmo de tambor,
de tarantella y media hora más tarde
corrían a sus vehículos, para
una larga caravana hasta Las Mercedes.
Por la autopista, el corneteo era incesante,
con un montón de jóvenes ondeando
las banderas italianas hasta el punto
de llegada, cerca del Centro Comercial
Tolón, en Las Mercedes, que colapsó.
La tranca descomunal, los tifosi
incluso caminando por la avenida Principal,
en fin, una fiesta que se extendió
por horas. Era comprensible, hace
muchos años que Italia no gana
una Copa y ahora está a un paso.
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