Italia se plantó en la final gracias a un partido que buscó en todo momento sin ninguna mezquindad
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JAVIER BRASSESCO
EL UNIVERSAL
La cara de preocupación de Lippi lo decía
todo: si llegaban los penaltis, Italia podía irse directo
a su casa. Por eso el entrenador italiano buscó el
triunfo con una voluntad inquebrantable, porque sabía
que el partido tenía que acabarse antes de que el reloj
marcara el minuto ciento veinte. Pirlo, Totti, Del Piero,
Iaquinta y Gilardino jugando al mismo tiempo ¿Quién
dijo catenaccio? Y el fútbol premió su valentía
y su intuición con una victoria memorable e histórica.
Y justa, sobre todo justa.
Los azzurri buscaron el partido en todo momento, tuvieron
el balón en el primer tiempo y, aunque luego el cansancio
les pasó factura, en la prórroga se lanzaron con
todo y llegaron a pegar dos balones del palo antes del agónico
gol de Grosso, un jugador que está jugando por carambola
pero que les resolvió ya dos partidos a su selección.
Mientras tanto, Alemania, igual que lo hizo ante Argentina,
intentaba ocultar sus carencias con la entrega y potencia
física de sus jugadores, que lo que no tienen en talento
les sobra en fuerza y capacidad de sacrificio. Y Klinsmann
se decidió por el juego físico desde el mismo
momento en que sentó a Schweinsteiger y salió
con Borowski y Kehl como titulares con la excusa de que
no podía contar con Frings. Además, el técnico
alemán quería ir a los penaltis, y su último
cambio (Neuville por un deshecho Klose) fue pensando precisamente
en eso. Y las cosas estuvieron a punto de salirle bien,
sólo le faltaron dos minutos.
En un partido de ida y vuelta, de locos, de un desgaste
físico brutal, destacaron sobre todo los defensas:
las torres Metzelder y Mertersacker por un lado y por
el otro la excelencia de toda la zaga italiana, liderada
por un Cannavaro que se tiró el partido de su vida.
Sólo así se explica que en un juego tan frenético
no se hayan producido goles hasta el minuto 118.
Los alemanes buscaron siempre el choque físico,
y allí salieron ganando: en cada encontronazo quedaba
un italiano desparramado en el césped. Apostaron
además a las patadas y al desgaste del contrario,
y en el primer tiempo le entregaron el balón para
salir a matar después del descanso, adelantando
sus líneas en una carga brutal de la que los exhaustos
azzurri salieron indemnes sólo porque tienen a
la mejor defensa del mundo, que sólo parpadeó
en un tiro de Podolski que sacó Buffon (el portero
de este Mundial) en gran forma. Y porque los germanos
no sabían muy bien qué hacer cuando tenían
el balón.
En la prórroga los alemanes dejaron que el tiempo
corriera y se encomendaron a unos penaltis que nunca
llegaron. El partido lo buscó Lippi con una valentía
que le dignifica, y el partido fue de Italia, que
doce años después vuelve a estar en una
final.
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