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CARACAS, miércoles 05 de julio, 2006 | Actualizado hace
 
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Con el alma

Italia se plantó en la final gracias a un partido que buscó en todo momento sin ninguna mezquindad

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JAVIER BRASSESCO |  DIARIO
miércoles 5 de julio de 2006  12:00 AM

JAVIER BRASSESCO

EL UNIVERSAL

La cara de preocupación de Lippi lo decía todo: si llegaban los penaltis, Italia podía irse directo a su casa. Por eso el entrenador italiano buscó el triunfo con una voluntad inquebrantable, porque sabía que el partido tenía que acabarse antes de que el reloj marcara el minuto ciento veinte. Pirlo, Totti, Del Piero, Iaquinta y Gilardino jugando al mismo tiempo ¿Quién dijo catenaccio? Y el fútbol premió su valentía y su intuición con una victoria memorable e histórica. Y justa, sobre todo justa.

Los azzurri buscaron el partido en todo momento, tuvieron el balón en el primer tiempo y, aunque luego el cansancio les pasó factura, en la prórroga se lanzaron con todo y llegaron a pegar dos balones del palo antes del agónico gol de Grosso, un jugador que está jugando por carambola pero que les resolvió ya dos partidos a su selección.

Mientras tanto, Alemania, igual que lo hizo ante Argentina, intentaba ocultar sus carencias con la entrega y potencia física de sus jugadores, que lo que no tienen en talento les sobra en fuerza y capacidad de sacrificio. Y Klinsmann se decidió por el juego físico desde el mismo momento en que sentó a Schweinsteiger y salió con Borowski y Kehl como titulares con la excusa de que no podía contar con Frings. Además, el técnico alemán quería ir a los penaltis, y su último cambio (Neuville por un deshecho Klose) fue pensando precisamente en eso. Y las cosas estuvieron a punto de salirle bien, sólo le faltaron dos minutos. En un partido de ida y vuelta, de locos, de un desgaste físico brutal, destacaron sobre todo los defensas: las torres Metzelder y Mertersacker por un lado y por el otro la excelencia de toda la zaga italiana, liderada por un Cannavaro que se tiró el partido de su vida. Sólo así se explica que en un juego tan frenético no se hayan producido goles hasta el minuto 118. Los alemanes buscaron siempre el choque físico, y allí salieron ganando: en cada encontronazo quedaba un italiano desparramado en el césped. Apostaron además a las patadas y al desgaste del contrario, y en el primer tiempo le entregaron el balón para salir a matar después del descanso, adelantando sus líneas en una carga brutal de la que los exhaustos azzurri salieron indemnes sólo porque tienen a la mejor defensa del mundo, que sólo parpadeó en un tiro de Podolski que sacó Buffon (el portero de este Mundial) en gran forma. Y porque los germanos no sabían muy bien qué hacer cuando tenían el balón. En la prórroga los alemanes dejaron que el tiempo corriera y se encomendaron a unos penaltis que nunca llegaron. El partido lo buscó Lippi con una valentía que le dignifica, y el partido fue de Italia, que doce años después vuelve a estar en una final.

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