Fráncfort.- Ya no se escuchan los gritos histéricos
de "¡Ronaldinhooo!", que lo acompañaron por casi un mes.
En su hora más triste, el superastro de Brasil ya no busca
explicaciones para el hecho de no haber logrado exhibir el "mejor
fútbol del mundo" en Alemania 2006. Ahora sólo quiere
"seguir la vida".
"Sin duda fue difícil para todos nosotros, los jugadores,
pero ahora no es momento de hablar, hay que seguir la vida",
afirmó ayer el delantero del Barcelona al abandonar el
hotel de Fráncfort.
Con un atuendo de luto _camiseta negra, una gorra del mismo
color y lentes oscuros_, Ronaldinho se embarcó en un
taxi junto a uno de sus compañeros en el fallido "cuarteto
mágico" de Brasil, el delantero Adriano, y mostró
interés en liberarse rápidamente de los reporteros.
"Perdonen la falta de tiempo, y gracias por el cariño
de todos ustedes", afirmó, antes de cerrar la puerta
del vehículo y desaparecer por las calles de Fráncfort,
dejando atrás un sueño convertido en pesadilla.
Cuando desembarcó en la ciudad suiza de Weggis,
el 22 de mayo, para iniciar la preparación hacia
el Mundial, el delantero del Barcelona vivía el
momento más feliz de su carrera: recién se
había alzado con el título de la Liga de Campeones
de Europa y estaba convencido de que convertiría
el de 2006 en "su" Mundial, para coronar "un año
perfecto".
No sólo fracasó en su intento, sino que
además se convirtió en la gran decepción
y en uno de los "villanos" de la eliminación
de su equipo.
Creía poder rescatar una asignatura pendiente
con la hinchada de su país, ya que, pese a
algunas buenas actuaciones, tampoco había llegado
a brillar en la campaña de la conquista del
pentacampeonato en Corea-Japón 2002, cuando
era más una promesa que una realidad.
No estaba solo. Después de haber sido galardonado
por la FIFA como el mejor jugador del planeta
en 2004 y 2005, y de ser nombrado por una revista
brasileña como "el Pelé del siglo XXI",
todos los expertos daban como seguro que el de
2006 sería su Mundial.
En el debut de Brasil ante Croacia, Ronaldinho
fue uno de los pocos jugadores que se salvó
del desempeño gris de los campeones mundiales
y, aunque su accionar estuvo lejos de ser brillante,
nadie se quejó. Todos creían que evolucionaría
a lo largo del torneo.
Pero en los partidos siguientes sus actuaciones
se volvieron más y más pobres, pero
alcanzó su punto más bajo precisamente
en el duelo de cuartos ante la Francia de
Zidane.
La eliminación sellada por el gol
de Thierry Henry fue el golpe fatal para
el jugador.
"Me había acostumbrado a ganar,
y sufrir una derrota como esa es un gran
shock. Nos preparamos durante cuatro años
para conquistar el título, pero no
se pudo. A mí me gustaría haber
llevado a Brasil a ser hexacampeón.
Ese era el objetivo y no haberlo logrado
es una tristeza enorme", admitió
el jugador.
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