Varias empresas transnacionales de distintos rubros comerciales han desembolsado casi 882 millones de dólares en publicidad durante el Mundial Alemania 2006, del que son patrocinadores exclusivos. Pero Adidas, que fabrica el balón oficial desde 1970, sigue siendo la que tiene los vínculos más estrechos con la FIFA
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DER SPIEGEL/EL UNIVERSAL
En febrero de 2005, un grupo de hombres de negocios reservó
un salón del hotel Brennerei Stuben, en la localidad
alemana de Wilhelmsdorf, para realizar una reunión.
Obviamente, no eran clientes asiduos. Eran altos ejecutivos
de la compañía fabricante de artículos deportivos
Adidas. Y estaban allí de incógnitos.
La misión secreta era buscar un nombre para el balón
que la empresa fabricó especialmente para la Copa
Mundial Alemania 2006. Tenía que ser pegajoso, con
un toque alemán y fácil de pronunciar para el
resto del mundo.
El nombre que surgió en medio del almuerzo, como
bien se sabe, fue "Teamgeist" o "Espíritu de Equipo".
El nuevo balón sería el corazón de la
bien afinada campaña publicitaria de Adidas para
este magno evento deportivo mundial.
Impulsada por la Copa del Mundo, el objetivo de Adidas
es que las ventas de productos relacionados con el
fútbol alcancen niveles jamás vistos en
un año mundialista. Eso significa, al menos,
10 millones de balones, un millón de zapatos
Predator y 500.000 camisetas del equipo alemán.
Desde que Adolf "Adi" Dassler, fundador de la compañía,
diseñó las botas que usaron los "héroes
de Berna" _los alemanes occidentales que ganaron
la Copa Mundial en 1954_, Adidas empezó a crecer
a pasos agigantados. Su hijo, Horst, convirtió
este golpe de suerte en un negocio más que
rentable. Se encargó de transformar la empresa
en un imperio y, en el proceso, fue forjando vínculos
muy estrechos con la Federación Internacional
de Fútbol Asociado (FIFA).
Desde el Mundial México 1970, la FIFA y
Adidas han sido inseparables. Ese año, el
esférico fue fabricado en Herzogenaurach,
donde la compañía tiene su sede. Los
árbitros usaron camisetas y zapatos Adidas,
y casi todos los equipos hacían alarde de
sus destrezas con unos zapatos que tenían
el logo de las tres franjas. Las relaciones se
fortalecían con cada torneo hasta que, en
los años 80, la empresa también empezó
a promocionar el evento en nombre de la FIFA.
Antes de la Copa Mundial de 1986, también
realizada en México, una filial de Adidas
hizo una transferencia de más de 36 millones
de dólares a la FIFA. Horst Dassler vendió
los derechos a 12 compañías por un
monto de más de 169 millones de dólares.
Fue el precio que las grandes transnacionales
tuvieron que pagar por el honor de poder llamarse
socios oficiales de la FIFA. Habían nacido
los patrocinadores.
Veinte años después, el concepto
de patrocinadores de la Copa Mundial de Fútbol
se mantiene intacto, pero esta vez la FIFA
retomó la responsabilidad de las actividades
de comercialización. Para el megaevento
de Alemania, la asociación ha recibido
más de 879 millones de dólares gracias
a marcas como MasterCard, Philips, McDonald's
y Gillette.
A cambio, la FIFA les ofrece numerosos
derechos publicitarios durante el torneo,
todos muy bien especificados en 100 páginas
de reglamentos complejos. Por ejemplo, ni
siquiera en las fiestas oficiales de aficionados
realizadas lejos de los estadios se puede
vender leche si la etiqueta del producto
muestra el nombre de la empresa fabricante.
Coca-Cola acaparó la categoría
de bebidas, y para la FIFA ello significa
cualquier cosa que sea líquida y sin
alcohol.
La mayoría de los patrocinadores
aprovechan la Copa Mundial como una plataforma
publicitaria a la que sus rivales no tienen
acceso. Pero la situación de Adidas
es distinta a cualquier otra.
Lucha sin pausa
Los competidores directos de Adidas también son
patrocinadores a la vista de todo el
mundo: 12 de los 32 equipos usan artículos
de la empresa Puma; Brasil es una de
las ocho selecciones que son equipadas
por Nike. Adidas sólo firmó
contratos con seis países; sin
embargo, siempre intenta defender su
posición dominante en este mercado.
La empresa tiene previsto generar más
de 1,25 millardos de dólares por
la venta de productos relacionados con
el fútbol.
A pesar del acuerdo de patrocinio
con la FIFA, la compañía
fue sorprendida por su principal rival
en el Mundial de Francia 1998 y nuevamente
en Japón-Corea 2002. Nike había
establecido parámetros intimidantes
con sus espectaculares comerciales
de TV en los que aparecían las
superestrellas de Brasil.
La publicidad es una industria
que nunca muere. Pero en Adidas
esta juventud se ha convertido en
la parte medular de su cultura corporativa.
La edad promedio de la fuerza laboral
es de 32 años y los empleados
provienen de más de 40 países.
Y el idioma oficial es el inglés,
no el alemán.
"Las tres franjas están
impresas en mi ADN", afirma Günter
Weigl, uno de los peces gordos
de Adidas. Al igual que muchos
de los mandamás de la empresa,
Weigl tiene poco más de 40
años y ha estado con la compañía
por más de 15.
Cuando de asuntos futbolísticos
se trata, todos los caminos
de la empresa conducen a este
hombre. ¿Cuáles equipos
patrocinará Adidas? ¿Qué
astros del fútbol? ¿Qué
acuerdos de patrocinio deberían
ser prorrogados y cuáles
finiquitados? ¿Cómo
deberían ser las camisetas
y dónde serán fabricadas?
Weigl formó un equipo de
100 personas para el proyecto
del Mundial de este año.
Cuando comenzó en la firma
tenía un equipo de unas
cuantas personas. Los seleccionados
para la operación secreta
firmaban un acuerdo de confidencialidad.
Después de todo, cuanto
más rodeada de misterio
es la creación de un producto,
más codiciado es al momento
de venderlo.
No obstante, en un mundo
globalizado un secreto nunca
está perfectamente guardado,
un hecho del que los estrategas
de Adidas se dieron cuenta
cuando el halo de misterio
que rodeaba el balón
de Alemania 2006 fue penetrado.
Adidas había convencido
a los ejecutivos de la FIFA
de que presentaran el balón
durante la ceremonia del
sorteo del Mundial, que
se realizaría en Leipzig
el 9 de diciembre de 2005,
cuando todo el mundo estaría
frente a sus televisores.
Ello significaba que había
que fabricar 4 millones
de pelotas y enviarlas,
sin que se supiera, a cada
rincón del mundo para
esa fecha.
A fin de despistar a
posibles agentes de aduanas
corruptos, Adidas envió
un cargamento enorme de
balones falsos desde Tailandia.
A los minoristas de todo
el mundo se les ordenó
que no abrieran las cajas,
que habían sido especialmente
selladas, hasta determinada
fecha y a pesar de que
habían llegado varios
días antes del sorteo.
Sólo los representantes
de mayor jerarquía
de la compañía,
que tenían una tarjeta
magnética para abrir
las cajas, tenían
acceso al balón:
el esférico que el
futbolista alemán
Michael Ballack debía
pasar a la modelo Heidi
Klum en el escenario.
Con dos cordones de guardias
atentos, la pieza parecía
una joya de la corona.
Algunos pequeños
contratiempos no tuvieron
mayores consecuencias.
En Estambul, un gerente
de ventas colocó
involuntariamente el
balón en los estantes
de una tienda Adidas
tres días antes
de la ceremonia del
sorteo. Incluso en Herzo
no todo salió como
se planificó. En
la mañana del 9
de diciembre, un "Teamgeist"
fue mostrado brevemente
en la sede de la compañía.
Sin espacios
libres
Para el Mundial Alemania 1974, más de 85% de los
jugadores usaron
zapatos Adidas.
Lo que tuvieran
más arriba
del tobillo no tenía
relevancia. A nadie
pareció importarle,
por ejemplo, cuando
el holandés
Johan Cruyff se
arrancó una
de las tres franjas
de su camiseta anaranjada
antes de la final
contra la selección
alemana. Fue un
gesto de protesta:
el capitán
de Holanda había
firmado con Puma.
Los alemanes
aún jugaban
con sus camisetas
blancas, sin franjas.
Eso es lo que
la asociación
de fútbol
germana quería.
Sus ejecutivos,
bajo el mando
del entonces presidente
Hermann Neuberger,
habían asumido
una posición
en contra de la
desenfrenada comercialización
del deporte.
"No nos permitían
imprimir el
logo en las
camisetas",
recuerda Karl
Heinz Lang,
un zapatero
entrenado que
ingresó
al equipo Adidas
en los 70. Lang,
una de las personas
que trabajó
con el fundador
de la compañía,
ocupa actualmente
una de las oficinas
de la vieja
fábrica
de zapatos de
Scheinfeld,
a poco más
de 40 kilómetros
de la sede principal.
Aunque ahora
está
cerrado al
público,
el edificio
parece más
un museo.
Lang es el
encargado.
En los gabinetes
hay cientos
de zapatos
originales
con los que
muchas estrellas
hicieron historia.
El hombre
se coloca
un par de
guantes
blancos
antes de
sacar las
reliquias
de sus cajas
azules.
Cada par
de zapatos
tiene una
historia
y Lang es
el narrador:
los marrones
oscuros
con clavos
con los
que el velocista
estadounidense
Jesse Owens
ganó
cuatro medallas
de oro en
las Olimpiadas
de Berlín
en 1936;
las botas
que usó
el capitán
de la selección
de Alemania,
Fritz Walter,
en la final
de la Copa
Mundial
Suiza 1954;
los zapatos
dorados
que lució
el alemán
Lothar Matthaeus
en la final
de 1990.
"Muchos
de estos
campeones
iban a
la residencia
del señor
Dassler
para mandarse
a hacer
los zapatos",
explica.
Lang cierra
su tesoro
y deja
de recordar.
Se dirige
al salón
en el
que Adidas
aún
fabrica
zapatos
a la medida
para clientes
especiales.
Uno de
estos
pares
únicos
estaba
siendo
empaquetado
para David
Beckham,
el ícono
publicitario
más
emblemático
de la
empresa,
quien
había
hecho
una solicitud
muy particular:
que le
bordaran
en hilo
rojo en
el borde
de sus
zapatos
tres nombres:
Brooklyn,
Romeo
y Cruz.
Los nombres
de sus
tres hijos.
Traducción:
Servio
Viloria
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