En el Centro Portugués, de Macaracuay, los parciaes de la selección lusa vibraron con el partido, con cada jugada, pero fue en la tanda de penales, con las paradas del portero Ricardo y el gol de Cristiano Ronaldo, cuando el júbilo estalló. Con música, bailes y hasta caravanas festejaron el pase a semifinales
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(Foto Vicente Correale)
JOSE RUBICCO HUERTAS
EL UNIVERSAL
Para ellos la trama sólo debía durar los 90 minutos
reglamentarios. No más. Pero el fútbol siempre tiene
sorpresas, de esas que ponen a más de un aficionado al
límite de las emociones, como de infarto.
Eso fue lo que se vivió ayer en las instalaciones del
Centro Portugués, en Macaracuay, por el desenlace que
tuvo el partido frente a Inglaterra.
Apretujados en el salón principal del club, vestidos
de color rojo oscuro y verde, con banderas, cintas, rostros
pintados y mucho calor humano, los seguidores de la selección
lusa aguardaban por un gran juego, por la victoria.
Y es que ni el más mínimo temor se asomaba
entre ellos, porque confiaban en las bondades de Figo,
en Cristiano Ronaldo, en Pauleta, en las grandes figuras
de Portugal. Estaban seguros que tenían equipo para
estar en las semifinales.
Auparon a su conjunto como nunca. Tanto así, que
cada vez que los ingleses tuvieron la oportunidad de
cobrar un tiro libre cercano al área, o un corner,
el lema era "No va entrar, no va a entrar, no va a entrar".
Y al final, la jugada les daba la razón. Fue una
consigna.
El gol no llegó en el primer tiempo, pero ello
no decepcionó a la colonia portuguesa, que tuvo
una inyección de optimismo con la expulsión
del inglés Rooney, a los pocos minutos de la
segunda parte.
"Ahora sí viene el gol", era el comentario
que se escuchaba en voz alta, ante la superioridad
numérica con la que quedaban los lusitanos.
Al grito de "Portugal, Portugal, Portugal" todos
se daban ánimos, pero los minutos transcurrieron
e irremediablemente la prórroga llegó.
El entusiasmo bajó. Los mayores repetían
frases como "no quiero seguir sufriendo, tenemos
que ganar", mientras que entre los jóvenes
también se notaba ya alguna preocupación.
Y es que nadie quería el desenlace en los
penaltis. Pero el partido los llevó a eso.
La tensión llegó hasta el límite
y un silencio antecedió el primer cobro.
La alegría estalló tras el tiro
del inglés Lampard, parado por el portero
Ricardo, pero poco duró, después
que Viana errara su lanzamiento desde el
punto penal y colocara las cosas más
difíciles para el equipo de Portugal.
Pero segundos más tarde, Ricardo
nuevamente fue héroe con sus paradas
y Cristiano Ronaldo, el preferido de todos
los presentes en el club, sentenció
con su gol.
El festejo colectivo llegó y la
música sonó. Hasta cohetes
lanzaron.
Portugal hacía historia y muchos,
como colofón, abordaron sus vehículos
para hacer caravanas por toda Caracas.
Merecida celebración, Portugal
ya estaba entre los cuatro grandes.
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