En el Centro Italiano Venezolano los parciales de la azurra celebraron el triunfo a ritmo de tarantella y tambores. Mientras, en el Centro Cultural Humboldt, los aficionados alemanes vivieron emociones encontradas, pero rieron al final del choque contra Argentina, sumida en llanto tras ser eliminada por los teutones
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(Foto Cheo Pacheco)
JOSE RUBICCO HUERTAS
EL UNIVERSAL
Viernes por la tarde, partido de cuartos de final del Mundial
y fe ciega en el equipo. Razones más que suficientes para
plenar las instalaciones del Centro Italiano Venezolano, en
Prados del Este.
La nota resaltante, antes del juego contra Ucrania, el optimismo,
el entusiasmo desbordante por la selección. No había
margen para la duda.
Los parciales de la azzurra se repartían por el Salón
Italia, por el cafetín y en el restaurante de la piscina,
una pileta que mostraba sus aguas quietas porque todos estaban
pendientes del juego. Las clases, las prácticas quedaban
para más tarde.
La emoción no se hizo esperar al ponerse en marcha
el balón. El gol tempranero de Zambrotta marcó
el inicio de la celebración. Bailaron a ritmo de
tarantella y los más pequeños, banderas en mano,
se montaron en la tarima del auditorio. Hasta los rostros
pintados con los colores verde, blanco y rojo del tricolor
italiano parecían iluminarse.
En ese momento, el 1-0 se veía grande, tan grande
como la ovación que se generó cuando en la
pantalla apareció entre las tribunas del estadio
una bandera de Venezuela.
Tras el descanso, Ucrania vino con ganas y hubo algo
de angustia ante la posibilidad del empate, sin embargo,
allí estaba Buffon, el portero que hizo más
de una parada y el más aplaudido entre la concurrencia.
Se nota que es ídolo.
Luego, Luca Toni, con sus dos tantos, hizo el resto
por Italia para dar rienda suelta a una fiesta que
no paró, con tambores incluidos.
"Fue un triunfo merecido. Italia salió a
ganar y tuvo su recompensa. Ahora vamos contra
Alemania, lo que promete ser un gran duelo entre
dos campeones mundiales. Creo que podemos llegar
hasta la final, quizás contra Brasil", dijo
una emocionada Sandra Paolinetti, con su pequeña
Alejandra de cuatro años cargada en brazos.
Más allá, Trina Pascuzzo Lander se
distinguía por un sombrero gigante. "Es
como Italia, que cuando quiere, demuestra que
puede ser grande", comentó la ginecoobstetra,
con una amplia sonrisa y agradecida no sólo
por la victoria, sino también porque ninguno
de los bebés de sus pacientes se adelantó
a llegar en la tarde, lo que le permitió
seguir el partido.
"Lo bueno es que se despejó cualquier
duda sobre el equipo y esperamos que llegue
a la final, quizás con Brasil".
Para el conjunto sólo fue un paso
más, al colocarse entre los cuatro
grandes, pero en el Centro Italiano ya todos
sueñan con el título.
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