JOSE RUBICCO HUERTAS

EL UNIVERSAL

De la teoría a la práctica, no hubo sorpresas. Sólo era cuestión de esperar los goles de Brasil, porque todos confiaban en el potencial de la canarinha ante un rival como Ghana. Tanto en el Instituto Cultural Brasil-Venezuela, en La Castellana, como en el centro comercial San Ignacio, amarillo y verde es lo que lucía y el festejo, el entusiasmo por otro partido del potente equipo, no se hizo esperar. Con el primer tanto de los amazónicos, a los cinco minutos, la samba se puso en marcha en el instituto en el que se imparten clases de portugués, así como de baile y percusión. Sólo que el gol fue tan tempranero que ni siquiera los músicos estaban preparados con sus instrumentos, mientras que las garotas tuvieron que dejar rápido sus sillas para poder deleitar a la concurrencia con sus movimientos. Pero apenas fue un despiste, porque de allí en adelante todos estuvieron atentos. Ghana se plantó bien en la cancha y ocasionó más de un susto a los brasileños, pero cuando parecía que venía el empate, Brasil logró el 2-0. Otra fiesta más. Y es que no paran, porque así son ellos, con su ritmo, música, colorido y también mucho sabor. En el San Ignacio el tanto también tuvo repercusión, celebrado por niños, jóvenes y adultos vestidos con la camiseta verdeamarilla, sentados en la amplia tribuna, tipo estadio, para la que hacen cola de manera de instalarse temprano. Mientras, ya avanzado el segundo tiempo, la lluvia caía sobre parte de la grada, porque un pedazo está al aire libre. Nadie se paró, no importaba mojarse porque esperaban más goles y llegó el tercero. El mall retumbó, porque Brasil tiene fanáticos por doquier. El resultado dejó conforme a la audiencia. Si bien no hubo el "jogo bonito", la satisfacción se veía en los ojos de la mayoría.