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CARACAS, miércoles 28 de junio, 2006 | Actualizado hace
 
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| Fiesta germana
Brasil infalible

Gracias a su gran pegada, aplastó a unos ghaneses que siempre buscaron el partido sin ninguna recompensa

Tras un comienzo que generó muchas dudas, Ronaldo volvió a ser el goleador de sus mejores tiempos, anotando tres tantos en los dos últimos partidos y superando a Muller como mayor anotador de todos los tiempos (Foto AP)
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JAVIER BRASSESCO |  DIARIO
miércoles 28 de junio de 2006  12:00 AM

JAVIER BRASSESCO

EL UNIVERSAL

Sigue sin aparecer el superequipo, el favorito unánime, la selección irrepetible, el conjunto que está llamado a deslumbrar al mundo. Brasil todavía está muy por debajo de su mito, aunque dejó claro que tiene una eficacia envidiable, una pegada mortal. Las estadísticas del partido favorecieron a Ghana: mayor posesión del balón, más disparos, más corners. Casi todas menos la más importante: los goles. Ahí, en lo que de verdad cuenta, siempre fue Brasil el que estuvo arriba. Los africanos lo hacían todo muy bien: paredes, toques, desmarques, velocidad, poderío físico, y hasta daban la sensación de controlar el juego, en una imagen irrepetible: unos debutantes dominando a los pentacampeones, tanto que los centrales Lucio y Juan aparecían más que Kaká y Ronaldinho. Lo que pasaba, simplemente, es que los brasileños habían cambiado el juego bonito por el juego tranquilo, y esperaban su oportunidad con el cuchillo en los dientes mientras dejaban que el gasto corriera por parte de los ghaneses, cuyo empuje se esfumaba cuando pisaban el área brasileña. Porque ahí, a la hora de definir, cuando hay que demostrar quién es quién, los africanos siempre ponían en evidencia que estaban disputando su primer Mundial. Todo lo contrario de Brasil, letal cada vez que armaba un ataque. Parreira, quien hace doce años cambió el fútbol brasileño cuando puso a aquel equipo del Mundial de 1994 a jugar con dos mediocentros (Dunga y Mauro Silva) y que tiene a la defensa como una de sus prioridades, no hizo caso a la prensa de su país, que a gritos le pedía a Juninho Pernambucano por Ze Roberto y a Robinho por Cafú, y utilizó la misma alineación del primer partido. Parreira se iba por lo seguro, por un esquema tan defensivo como lo permite un equipo con tantas figuras. Y eso permitió que sus rivales tuvieran el balón y dieran la impresión de dominar y controlar el encuentro. A los cinco minutos ya los pentacampeones estaban arriba en el marcador gracias a un gol de Ronaldo, que se convertía así en el máximo goleador en la historia de los Mundiales, con quince tantos. Los ghaneses se lanzaron con todo y estuvieron cerca del empate, del que les salvó la milagrosa pierna de Dida en un cabezazo perfecto de Mensah, pero al final fue Brasil el que volvió a pegar y poner el 2-0. Igual los africanos siguieron arriba, en una actitud loable. Pero los ghaneses parecían montados en una bicicleta estática, pues se movían, tocaban, jadeaban, y no iban para ningún lado, con unos defensas ingenuos que empezaron y terminaron el partido pidiendo unos fuera de juego que no existían. Los brasileños parecían divertirse con ellos, como el gato que juega con el ratón antes de partirle la nuca. Ya hacia la mitad del segundo tiempo los ghaneses bajaron los brazos, pues el desgaste era tremendo. Pero ni siquiera así se soltó Brasil. Para hacerlo esperó estar tres goles arriba y jugar con un hombre de más. Y ahí sí fue la máqui na que todos esperaban ver, con todo y que no metieron ni un gol. Aun cuando siga sin responder a las gigantescas expectativas que todavía genera, Brasil dejó ver que tal vez no nece site mucha espectacularidad para llevarse el Campeonato del Mundo. Puede que tal vez le baste su impresionante pegada.

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