Berlín.- Oliver Kahn, el histórico portero
de Alemania, sufre terriblemente al sentarse en el banquillo
de los suplentes a sus 37 años durante el Mundial en su
país, pero se esfuerza por tragarse su amargura para poner
su gran experiencia al servicio del equipo.
El sábado, durante el partido de octavos de final que
Alemania ganó a Suecia, las imágenes de Kahn eran
reveladoras: el mundo entero pudo ver en primer plano al guardameta
aislado en un rincón del banco, con el rostro crispado.
Mientras, en cruel contrapunto, se veía a Jens Lehmann
celebrando entusiasmado cada uno de los goles de su equipo.
Desde que supo que no sería titular, Oliver Kahn
suele tener que explicar por qué aceptó de todos
modos estar en la selección. El, que confesaba que,
siendo joven, mordía los cojines de su habitación
de hotel cuando se enteraba de que no sería titular,
reseñó AFP.
"No quería encerrarme en mi cuarto refunfuñando.
Quería que mis compañeros pudieran beneficiarse
de mi papel", decía en una entrevista al semanario
Der Spiegel. "Pero es difícil, es incluso un desafío
para mi propia personalidad".
"Vivir en el banquillo el partido inaugural no fue
fácil", confiesa. "La motivación, la voluntad,
todo lo que había construido durante dos años
tendía hacia ese partido. Quienes saben con qué
pasión practico este deporte pueden entenderlo:
era toda una prueba".
Lo que podía hacer era intentar transformar
al voluble y a veces irascible campeón en un
"viejo sabio" y prudente.
Antes del partido contra Polonia, fue a Kahn
a quien Klinsmann pidió que tomara la palabra
en el momento de la tradicional reunión en
el vestuario. "Fue un discurso muy hermoso", decía
un realizador de televisión presente.
La experiencia de Kahn, una estrella en su
país, supera los límites del terreno
de juego. Por ejemplo, a la hora de ayudar a
los más jóvenes a no dejarse llevar
por la euforia de la gloria y del éxito
mediático.
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