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CARACAS, martes 27 de junio, 2006 | Actualizado hace
 
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Corazón azzurro

Con su tradicional sufrimiento y con diez hombres, los italianos derrotaron a Australia en el último minuto

Totti cumplió en el único momento del partido en que no se podía fallar.
(Foto AFP)
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JAVIER BRASSESCO |  DIARIO
martes 27 de junio de 2006  12:00 AM

JAVIER BRASSESCO

EL UNIVERSAL

Todos los fantasmas italianos estaban ahí, revoloteando alrededor de Totti. No se veían, pues los fantasmas, fantasmas son, y tampoco podían palparse, pero estaban ahí, por más que él hiciera un esfuerzo para que nadie lo notara, como si quisiera exorcizarlos con su aparente indiferencia.

Los penaltis que fallaron nada menos que Baresi y Baggio y nada menos que en una final (Estados Unidos 1994), la eliminación en el Mundial pasado, también en octavos, también a manos de Guus Hiddink... todos esos recuerdos estaban en la mente de cada uno de los italianos. Pero Totti como si nada: respiró hondo, transmitió calma en momentos de intranquilidad, tomó un pequeño impulso, dio una carrerita de cinco pasos y ejecutó el penalti perfecto. Otra vez con lo justo, sufriendo como en el peor (¿o mejor?) de los melodramas y sin mucho brillo, Italia hizo sus deberes y ya está entre los mejores ocho del mundo. Fue un juego que se presta a muchas interpretaciones, tantas como el penalti que pitó el árbitro y que decretó la victoria italiana. "Tuvimos controlado el partido todo el tiempo", dijo Lippi. "En el once contra once fuimos superiores, pero cuando tuvimos un hombre más nuestro dominio fue absoluto", dijo Hiddink. Se dirá que los entrenadores siempre dicen cosas así, pero esta vez, aunque parezca extraño, ambos tienen razón. Los australianos apostaron al toque y a la posesión del balón. Pero eso era lo que quería Italia, que se quedó atrás y jugó a la contra. La pelota era de los australianos, que daban la impresión de dominar el partido, pero las ocasiones de verdadero peligro, conjuradas por el portero Schwarzer, siempre eran de los azzurri. Pero al prioridad de éstos siempre fue no desajustar la defensa. Es su estilo, es el fútbol que sabe jugar Italia y que tantos títulos le ha dado, por más que desquicie a tantos espectadores. Y además las circunstancias del partido les obligaron al tan odiado como efectivo catenaccio. Comenzando el segundo tiempo, Materazzi recibió injustamente una roja directa y Lippi tuvo que sacar a un delantero para meter un central. Había llegado la hora de aguantar. Y fue aquí que se equivocaron los australianos, pues en vez de buscar el partido cuando tenían a un hombre de más parecieron conformarse con que pasara el tiempo y llegaran los penaltis. Fue así que llegaron al Mundial, cuando derrotaron por penaltis a Uruguay en el repechaje. Fue así que Hiddink llevó a Corea a semifinales en el Mundial pasado. Pero antes de las penas máximas los dioses pusieron el juego. En el último minuto del descuento, Grosso se deshizo de dos rivales y uno de ellos (el central Neill, tal vez el mejor jugador de Australia) lo derribó. El arquero Schwarzer declaró después del partido que había visto la repetición por televisión y no podía decir si había sido penal o no. Así de complicado fue. Lo cierto es que Medina Cantalejo, que hasta entonces había pitado todo a favor de Australia, decretó que sí había sido. Y en el fútbol no hay apelaciones. Después vino Totti con una ejecución impecable. La felicidad, la entrega, la fatiga, la gloria, la vergüenza esquivada, el escándalo que no fue, los fantasmas exorcizados. Italia está en cuartos.

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