En un partido en donde tuvo todo en contra, Portugal logró imponerse a Holanda y pasar a cuartos de final
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JAVIER BRASSESCO
EL UNIVERSAL
El éxito no es cuestión de fórmulas,
consiste más bien en saber mostrarse superior en situaciones
inesperadas. No lo dice un cualquiera, no es una cita de
almanaque: quien así piensa lleva ganados once partidos
seguidos en mundiales y ha hecho que los lusos se mantengan
invictos en sus últimos dieciocho juegos. Por si alguien
todavía no lo sabe, estamos hablando del brasileño
Luiz Felipe Scolari, técnico de Portugal.
Hay que detenerse en esa frase, que fue dicha por Scolari
antes del partido contra Holanda: "Ser superior en situaciones
inesperadas". Precisamente eso logró Portugal ayer,
que tuvo absolutamente todo en contra y sin embargo se las
ingenió para ganar su primer pase a cuartos desde hace
cuarenta años: a los siete minutos Cristiano Ronaldo
estaba cojeando por una entrada asesina de Boulahrouz, quien
le dejó los tacos marcados en el muslo. El joven delantero
se quedó un rato más en la cancha, pero ni siquiera
podía correr y fue sustituido a mitad del primer tiempo.
Se fue llorando de la rabia. En el descuento de la primera
parte Costinha fue expulsado luego de que el árbitro
le sacara la segunda amarilla por una mano infantil e irresponsable
en la mitad de la cancha. Portugal se quedaba con diez.
En el segundo tiempo sufrieron además la expulsión
de Deco y se quedaron jugando con nueve (contra diez holandeses).
Nada de eso importó, porque Portugal supo ser superior
en la adversidad y en situaciones que nadie hubiera previsto.
Porque a partir del segundo tiempo lo que se vio en el
estadio de Núremberg fue más una batalla campal
que un partido de fútbol. Dieciséis amarillas
y cuatro rojas dan fe de ello. Cristiano Ronaldo tuvo
que salir del partido por una entrada escalofriante, Carvalho
se perdió varios minutos mientras era atendido en
un lado del campo, Valente se cansó de darle patadas
a Van Persie, Holanda no devolvió un balón y
Deco se tomó la justicia por su mano y derribó
feamente a Heitinga por detrás. El juego fue un caos.
Pero en medio de ese caos, Portugal supo siempre lo que
tenía que hacer, mientras Holanda no mostraba ningún
tipo de carácter: llegó con peligro y hasta
estrelló un balón en el palo, pero le faltó
ese instinto depredador de los mejores equipos. Robben
y Van Persie están muy bien, pero necesitaban conectarse
con algún delantero centro. Van Nistelrooy no jugó
ni un minuto, y el atacante holandés más grande
de la historia hoy es director técnico. Allí
estaba el pobre Van Basten, dando vueltas como un león
enjaulado y seguramente con ganas de salir a la cancha,
a despecho del tiempo y de un tobillo deshecho, y enseñarle
a Kuyt cómo se hacen las cosas.
Pero fue Portugal el que supo hacerlas. Anotó
un gol y después, viéndose en inferioridad
numérica, trabó el partido, que estuvo cerca
de convertirse en tángana, y aguantó atrás
con Figo como su hombre más adelantado.
Ahora Scolari tendrá otra ocasión de mostrarse
superior en una situación inesperada, cuando
deba enfrentar en cuartos de final a la gris Inglaterra
sin Deco y sin Costinha. No será fácil,
pero con Scolari en el banquillo no parece existir
los imposibles.
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