HANS GRAF

EL UNIVERSAL

La cara de la derrota, esa expresión que nadie desea lucir, está presente en el Mundial. La fase de octavos de final, conocida como el inicio del verdadero Mundial, lleva consigo una carga de tensión que no es común en los grupos eliminatorios de la primera fase. En esta instancia el que comete un error queda fuera. No hay espacio para el fallo. No hay segundo día para tratar de aspirar a la victoria. Así lo vivió el conjunto mexicano, que no pudo, por segundos, controlar al ágil Maxi Rodríguez, de Argentina, y pagó las consecuencias al recibir quizá uno de los mejores goles del torneo. También Ecuador, que desechó oportunidades ante los ingleses, debe salir, aunque con la frente en alto, con un rostro de tristeza. Las ciudades de Ecuador, los ecuatorianos en el mundo lloraron, como lo hicieron los miles de japoneses, en la primera ronda, y los cientos de suecos que vieron esfumarse el sueño de trascender de fase. Los aficionados hacen grandes esfuerzos para seguir a sus equipos. Muchas veces alimentan una vaga ilusión, sustentada en el mero ánimo de vestir los colores de su país y ser parte de la gran fiesta. Pero esta celebración no tiene el mismo final feliz para todos. En esta fase de octavos saldrán otros cuatro equipos más y con ellos sus fieles y entregados seguidores. Al final del camino nadie quiere hablar de perdedores, pero a los que salen les quedó el consuelo de haber estado ahí... aunque el grito de gol se ahogara en sus gargantas.