Alex Saldaña
El checo Pavel Nedved había dejado a su selección
antes del premundial, pero los problemas de República
Checa para clasificarse a la gran cita de Alemania y las súplicas
de sus paisanos le hicieron cambiar de opinión y tomar
una arriesgada decisión: volver como el salvador de su
país. Y no le fue nada mal, pues su aportación fue
vital para que República Checa gritara ¡presente! cuando
los alemanes pasaron lista a las selecciones mundialistas.
Y el destino quiso que su día más importante fuese
precisamente el del partido que le enfrentara a la casa que
le acogió y que le alimentó: debía medirse
a Italia, a cinco compañeros de la Juventus y a un fútbol
donde ha triunfado hasta el punto de haber sido elegido Balón
de Oro en 2003.
El "Rey León" llegó a la Lazio procedente del
Sparta de Praga, en 1996, y llevó al equipo a ganar
la Copa del 98, la Recopa del 99 y a un doblete histórico
en el 2000. En el verano de 2001, la Vecchia Signora le
fichó para suceder a Zinedine Zidane cuando el astro
francés se mudó a la ciudad de La Cibeles y al
Real Madrid.
Con los albinegros Nedved ha sumado otras cuatro Ligas.
El capitán checo jugó ayer, pues, contra
sí mismo. Seguro que por su cabeza pasó la
posibilidad de emular a otros "ingratos" y convertirse
en el verdugo del país que le ha permitido formar
parte de la élite del fútbol. No sería
el primero.
Diego Armando Maradona, en el 90, en su etapa del
Nápoles, eliminó a Italia de "su" Mundial
en aquella semifinal del San Gennaro. Y en el primer
Mundial de este siglo, aquella chapuza con dos sedes
(Corea del Sur y Japón), un surcoreano desconocido,
Jung Hwan Ahn, quien había firmado por cuatro
años con el Perugia y tenía un contrato
de 700.000 dólares, fue despedido por el presidente
de su club, Luciano Gaucci, después de marcar
el tanto que supuso la eliminación de la squadra
azzurra en octavos de final.
Nedved no es como ellos. Siempre huyó de la
polémica con los italianos, que le buscaban
la boca en los últimos días.
Andrea Pirlo, milanista, le provocó de mala
manera.
"Lleva muchos años en Italia y le conocemos
bien, es un buen actor, se tira mucho y exagera
en las faltas", dijo.
Cannavaro, su compañero de equipo en
la Juventus, fue más comedido. "Tiene
una forma de jugar que da fastidio, deja el
alma en cada balón y tiene una fuerza
interior superior a la media".
Zambrotta, por su parte, su compañero
de habitación en el equipo, recordó
que se levanta muy pronto todos los días
y ve muchas películas.
El checo, siempre tímido y poco
hablador, les respondió sobre el
campo: fue el hombre más peligroso
de su equipo, el que en más ocasiones
puso a prueba a Buffon. Pero eso no fue
suficiente.
La temprana eliminación de la
República Checa podría suponer
un triste final para este gran jugador,
cuyo futuro, más que incierto,
se vislumbra en estado crítico.
El más que posible descenso de
la Juventus por el escándalo de
corrupción que ha sacudido al fútbol
italiano le puede llevar a la retirada,
aunque todavía tiene dos años
más de contrato.
Ayer pudo ser el último gran
día. No lo fue. Tal vez sea el
adiós de un jugador que merece
que su nombre aparezca inscrito junto
a los mejores futbolistas de la historia.
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