Alex Saldaña
Ya lo decía mi abuela: hay años en los que es mejor
no levantarse de la cama. Ningún día. Y si no, que
se lo digan al inglés Michael Owen.
Ayer se vio obligado a abandonar la concentración de
la selección de Inglaterra y se marchó a casa sin
conocer exactamente por cuántos meses le mantendrá
alejado de los terrenos de juego esa lesión que sufrió
el pasado martes en el primer minuto del partido contra Suecia.
Una lesión que _todo hay que decirlo_ fue consecuencia
sólo de la "pava" que lleva encima este jovencito, que
se rompió él solito sin que lo tocara nadie.
Es el primer percance grave en el Mundial de Alemania 2006,
pero no es el primero para el ahora jugador del Newcastle,
quien ya sufre la segunda lesión en lo que va de un
curso que para él ha concluido antes de lo que tenía
previsto.
De hecho, Owen ni siquiera se había recuperado totalmente
de aquel fuerte choque que sufrió el último
día del año pasado _¡vaya forma de pasar la
Nochevieja!_ con su compañero de selección Paul
Robinson, el portero, jugada en la que se fracturó
el metatarso.
Parecía algo imposible que llegara a tiempo para
jugar el Mundial, pero la también mala fortuna
del chico malo Wayne Rooney y la notable falta de delanteros
en Inglaterra _el técnico Sven Goran Eriksson se
la tiene que jugar ahora con un chaval de 18 años,
Theo Walcott, que ni siquiera ha debutado como internacional_
le obligó a forzar su recuperación en tiempo
récord.
Y así llegó a Alemania, con apenas 359
minutos de juego acumulados en lo que va de año,
el equivalente a cuatro partidos, aunque en realidad
disputó seis, sólo uno completo, un encuentro
amistoso contra Jamaica el pasado 3 de junio, donde
marcó su único gol de todo 2006.
Pero el Mundial ya había empezado mal para
este hombre que dejó el banquillo del Real
Madrid para jugar en el Newcastle. Sólo la
también inoportuna lesión de Rooney le
mantenía en el once inicial de la selección
inglesa.
Claro que _en honor a la verdad_ hay que decir
que en su bajo rendimiento tiene mucho que ver
la decisión de Eriksson de echar mano del
larguirucho Peter Crouch.
Lo de Owen es jugar a ras de suelo y con balones
largos, en profundidad, y la presencia del gigante
hacía que el equipo jugara con balones
aéreos y él tenía que estar pendiente
del rechace o la segunda jugada.
"No me han puesto ni un solo balón propicio
para el remate en los dos partidos. Yo no
tengo la culpa. Hago lo que puedo y no me
pueden echar la culpa del mal juego del equipo...",
decía justo unos minutos antes del fatídico
encuentro contra los suecos.
Y es que Owen puede tener una gran pava
encima _de hecho, parece no haber duda de
que la tiene_, pero sería mezquino
negarle una gran calidad, por lo menos tan
grande como su mala suerte.
Y es que estamos hablando del cuarto
goleador de la historia de la selección
inglesa. Con 27 años y 36 goles en
80 partidos, su sueño es superar
algún día a Bobby Charlton (49).
Aún tiene por delante a Gary Lineker
(48) y Jimmy Greaves (44).
Animo, Michael, recupérate pronto
y vuelve a hacernos disfrutar con tus
goles. Pero antes báñate con
cariaquito morao.
¡Y es que vaya año que te gastas,
chaval!
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