A pesar de caer ante Portugal exhibiendo un juego pobre, los aztecas lograron clasificarse a octavos
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JAVIER BRASSESCO
EL UNIVERSAL
Sacó la casta, sufrió, falló un penalty y
perdió, pero finalmente México logró su clasificación
a octavos. El futuro parece negro para los aztecas (o más
bien habría que decir que albiceleste) pero al menos
tiene futuro.
Todo era contrariedad: los jugadores no sabían si
celebrar o irse con la cabeza gacha y al final, minutos
después de que terminase el partido, salieron a la
cancha aplaudiendo su pase y lo que recibieron de sus hinchas
fue un sonoro abucheo. Mientras, en la conferencia de prensa
el técnico Lavolpe buscaba explicar tanto desacierto
mientras unos cuantos mexicanos opacaban sus palabras gritando
en las afueras los nombres de Hugo Sánchez y Cuauhtémoc
Blanco, los detractores más grandes que pudo conseguirse
Lavolpe, quien seguramente no se tomó a bien los gritos,
malhumorado no tanto por la derrota como por haber aguantado
estoicamente todo un partido sin fumar.
Es una selección extraña la mexicana. A ratos
parecía el mismo México impotente, gris, inefectivo
e intrascendente que el mundo vio ante Angola. Ese que
se vio apabullado en los primeros minutos por un Portugal
que salió con todo, aun cuando fuera una especie
de equipo B, sin Costinha, sin Deco, sin Cristiano Ronaldo,
sin Pauleta. Ese México cuyo jugador emblema y capitán,
Rafael Márquez, el gran jugador del Barcelona campeón
de España y de Liga de Campeones, hizo una mano infantilísima
dentro del área que provocó el penalty que originó
el segundo gol. Ese que intentó un ritmo lento en
los primeros minutos y que en un abrir y cerrar de ojos
se vio abajo dos por cero. Y de repente, minutos después,
esos mismos jugadores eran capaces de arrinconar al enemigo,
de descontar y rozar el empate con un penalty que finalmente
falló Omar Bravo, de hacer que el mundo recordara
a aquella selección que hace sólo una semana
aplastó a Irán gracias a una ráfaga de
buen juego tan refrescante como efímera.
Por esa inconstancia, México sufrió muchísimo.
Quedaba media hora de partido y Angola derrotaba a Irán,
lo que lo ponía al borde del abismo. Y aunque todavía
en ese momento la diferencia de goles le favorecía,
esa instancia no tuvo que ser utilizada, pues Irán
logró el empate, la mejor noticia que tuvieron
los mexicanos en todo el día.
Portugal, por su parte, no dio muy buena impresión
y se apoyó demasiado en un lento Figo, pero hay
que recordar que muchos de sus titulares estaban descansando.
Puede que pocos los den entre los cuatro favoritos
después de lo poco que ha mostrado, pero al fin
y al cabo ganó sus tres compromisos. Y Luiz Felipe
Scolari tiene nada menos que diez victorias mundialistas
al hilo (siete de Brasil en el Mundial pasado y las
tres de los lusos), cosa que se dice y se escribe
fácil.
Argentina amenaza ahora en el horizonte mexicano.
No es el más placentero de los pensamientos
para los hinchas mexicanos. Pero ahí estarán
los aztecas, dispuestos a dar la sorpresa, y regodeándose
en el hecho de que al menos salieron con vida de
la primera fase. Y mientras hay vida, existe esperanza.
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