Los aficionados alemanes comenzaron a sentir que su selección juega como a ellos les gusta. La goleada a Ecuador fue bien recibida, pero era una respuesta que estaba esperanedo, una deuda pendiente. Para los ecuatorianos fue un duro golpe, que les recordó que a partir de octavos, seguir soñando cuesta más caro
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(Foto Gil Montaño)
MARIA JOSE REY PALERMO
EL UNIVERSAL
Los alemanes de la Embajada de Venezuela y los de la Cámara
Venezolana Alemana se citaron en un local cerca del trabajo
para ver a su selección. Con la organización ejemplar
que les caracteriza llegaron con un Mundial portátil: banderas,
camisetas e incluso un compañero que era la réplica
del portero alemán Oliver Kahn, para ponerle color a la
reunión.
Pero al dueño del local le fallaba la señal de
satélite y el partido no aparecía en la televisión,
así se perdieron el primer gol alemán. La señal
volvió, pero el dueño del sitio puso el canal equivocado,
no era ecuatoriano pero parecía dispuesto a arruinarles
la fiesta a los anfitriones.
Sin embargo, la voluntad germana pudo más, el restaurant
cercano pasaba el partido y hacia allá se mudaron con
sus banderas al hombro.
Hubo celebración posterior para el primer tanto
de Miroslav Klose, pero los asistentes esperaban otro,
tranquilos, con la certeza de que llegaría. Y en
efecto, Klose se los regaló antes de que llegara
la pausa del medio tiempo.
Mientras tanto en el descanso, la réplica de Kahn
se divertía con el hecho de que lo encontraran
parecido, aunque muy secretamente, no le simpatizaba
la idea, pues es uno de los tantos alemanes a los que
no le agrada el portero suplente de la selección.
Al igual que el segundo tiempo del partido, la audiencia
se relajó un poco ante la ventaja suficiente
que exhibía su selección, llegó el
tercer gol, y las conversaciones empezaron a girar
en torno al marcador: "¿Uno más para Deutschland?",
"Sí, a mí me gustaría uno más".
Pero a los dirigidos por Klinsmann les pareció
suficiente. "Ahora ya vienen los octavos", se oyó.
Los alemanes quieren más.
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