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(Foto Vicente Correale)
JOSE RUBICCO HUERTAS
EL UNIVERSAL
La pasión que desata un evento como el Mundial no distingue
oficio ni profesión. Todos por igual quieren ver los partidos,
ligar a su equipo y poder gritar ¡Gooool! a todo pulmón.
Marco Antonio García dejó de lado durante unas
horas el formal mundo de la diplomacia, sus quehaceres como
jefe de Cancillería y como un mexicano más vivió
el partido junto a su esposa e hijos, además de otros
compañeros de la delegación, en Tequilibrio, un
acogedor local en la avenida Francisco de Miranda donde los
hinchas aztecas se reúnen para aupar al "Tri", nombre
con el que llaman a la selección.
El ambiente era de mucho colorido, por las franelas verdes
y blancas de México que vestía buena parte de
la concurrencia, por las gorras, por los sombreros típicos,
por el ruido de las matracas, todo ello en armonía
con el olor a tacos, tamales, enchiladas, antojitos y otras
especialidades culinarias de la cocina mexicana, famosa
por lo picante del chile.
Aunque Marco Antonio, el diplomático, no portaba
la franela del equipo, porque venía de su trabajo
en el que se exige formalidad de flux y corbata, además
de protocolo, fue uno de los que disfrutó y sufrió
con las incidencias del choque. Sin embargo, en su mesa,
los más emocionados eran sus dos hijos, Beatriz y
el pequeño Marco, de siete años.
Desde que el balón empezó a rodar, ambos
fijaron la mirada a la pantalla gigante, dispuestos
a cantar el gol, un gol que esperaban llegara temprano.
Marco, él si vestido con la franela del "Tri",
agitaba una bandera, mientras que Beatriz aplaudía,
gritaba y gesticulaba con cada ataque azteca. Así
pasaron todo el primer tiempo y pese a que el marcador
no se movió, para nada perdieron el entusiasmo.
Para la segunda parte, las emociones, las esperanzas
fueron in crescendo, todos estaban seguros que la
historia sería distinta, pero Angola se presentó
como aguafiestas y la falta de puntería de los
aztecas hizo que se sellara el armisticio que, sin
embargo, no ocasionó un disgusto total.
"El primer tiempo no fue nada bueno, pero al final
pudimos haber ganado. Por lo menos se obtuvo el
empate", comentaba Beatriz, mientras que su hermano
Marco le apoyaba asintiendo con una sonrisa en su
boca, porque piensa que para el otro partido México
vendrá por lo suyo. "Seguro que Rafael Márquez
va a meter gol", dijo en alusión a su jugador
favorito.
Mientras, Marco Antonio, el padre, dijo que era
mejor sumar un punto que perder, pero recomendó
a los pupilos aztecas que para la próxima
hay que salir con mente ganadora, más que
calculadora.
Los mariachis llegaron y todos, con sus vasos
y copas en alto, cantaron el famoso coro "...
pero sigo siendo el rey". Y es que como dicen
los mexicanos, a los que gusta celebrar por
todo, se cumplió el dicho: "brindamos para
festejar, brindamos para olvidar".
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