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CARACAS, sábado 17 de junio, 2006 | Actualizado hace
 
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| Fiesta Germana
Mexicanos sufren por el empate
Marco, junto a su hermana Beatriz, pedían por el gol
(Foto Vicente Correale)
JOSE RUBICCO HUERTAS3 |  DIARIO
sábado 17 de junio de 2006  12:00 AM

JOSE RUBICCO HUERTAS

EL UNIVERSAL

La pasión que desata un evento como el Mundial no distingue oficio ni profesión. Todos por igual quieren ver los partidos, ligar a su equipo y poder gritar ¡Gooool! a todo pulmón. Marco Antonio García dejó de lado durante unas horas el formal mundo de la diplomacia, sus quehaceres como jefe de Cancillería y como un mexicano más vivió el partido junto a su esposa e hijos, además de otros compañeros de la delegación, en Tequilibrio, un acogedor local en la avenida Francisco de Miranda donde los hinchas aztecas se reúnen para aupar al "Tri", nombre con el que llaman a la selección. El ambiente era de mucho colorido, por las franelas verdes y blancas de México que vestía buena parte de la concurrencia, por las gorras, por los sombreros típicos, por el ruido de las matracas, todo ello en armonía con el olor a tacos, tamales, enchiladas, antojitos y otras especialidades culinarias de la cocina mexicana, famosa por lo picante del chile. Aunque Marco Antonio, el diplomático, no portaba la franela del equipo, porque venía de su trabajo en el que se exige formalidad de flux y corbata, además de protocolo, fue uno de los que disfrutó y sufrió con las incidencias del choque. Sin embargo, en su mesa, los más emocionados eran sus dos hijos, Beatriz y el pequeño Marco, de siete años. Desde que el balón empezó a rodar, ambos fijaron la mirada a la pantalla gigante, dispuestos a cantar el gol, un gol que esperaban llegara temprano. Marco, él si vestido con la franela del "Tri", agitaba una bandera, mientras que Beatriz aplaudía, gritaba y gesticulaba con cada ataque azteca. Así pasaron todo el primer tiempo y pese a que el marcador no se movió, para nada perdieron el entusiasmo. Para la segunda parte, las emociones, las esperanzas fueron in crescendo, todos estaban seguros que la historia sería distinta, pero Angola se presentó como aguafiestas y la falta de puntería de los aztecas hizo que se sellara el armisticio que, sin embargo, no ocasionó un disgusto total. "El primer tiempo no fue nada bueno, pero al final pudimos haber ganado. Por lo menos se obtuvo el empate", comentaba Beatriz, mientras que su hermano Marco le apoyaba asintiendo con una sonrisa en su boca, porque piensa que para el otro partido México vendrá por lo suyo. "Seguro que Rafael Márquez va a meter gol", dijo en alusión a su jugador favorito. Mientras, Marco Antonio, el padre, dijo que era mejor sumar un punto que perder, pero recomendó a los pupilos aztecas que para la próxima hay que salir con mente ganadora, más que calculadora. Los mariachis llegaron y todos, con sus vasos y copas en alto, cantaron el famoso coro "... pero sigo siendo el rey". Y es que como dicen los mexicanos, a los que gusta celebrar por todo, se cumplió el dicho: "brindamos para festejar, brindamos para olvidar".

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