Alex Saldaña
No le iban muy bien las cosas a Lionel Andrés Messi.
Sus penas comenzaron precisamente cuando todo a su alrededor
era alegría. Mientras todo el barcelonismo celebraba
la consecución de su segunda Copa de Europa, que unía
a la Liga en una temporada de esas que se recordarán
durante años y quedará escrita con letras de oro
en la historia del club, el joven argentino echaba chispas
por la decisión de Rikjaard de no utilizarle en la final
de París.
El pícaro y risueño gesto de Leo Messi mutó
en una expresión de pena y malestar. La joven estrella,
para muchos, entre los que me incluyo, el nuevo Diego Armando
Maradona, estaba triste. Y su melancolía aumentó
el pasado sábado, cuando José Pékerman, técnico
de la albiceleste, le dejó en el banquillo ante Costa
de Marfil. Messi quedó tocado. Y, pese a la victoria,
un tanto raquítica _como sucedió con la final
de la Champions, también sin su concurso_, la suplencia
ha prendido la mecha de las críticas de la exigente
prensa argentina y de unos aficionados que saltan a la mínima.
Todos quieren a su "Pulga" en el campo, a pesar de que hace
poco se ha recuperado de una lesión. Y es que Argentina
le adora. Messi sedujo a Argentina el pasado verano, cuando
condujo a la sub 20 al título mundial. Entonces, fue
nombrado mejor jugador del torneo y consiguió la "Bota
de Oro". "Si juega esta temporada _por la pasada_ en el
Barcelona, hay que pensar en los otros 22 para Alemania",
sentenciaron Julio Grondona, presidente de la Federación
Argentina, y Pékerman, nada más concluir el torneo
de Holanda en 2005. Pero un año más tarde el técnico
parece que ha cambiado de opinión. De hecho, se altera
cada vez que oye la palabra Messi. Le enerva. Mientras,
Messi, con la timidez propia de un chaval de 18 años,
elude la polémica. Ya la crea su padre Jorge por él.
"Está molesto porque se encuentra en buen estado",
develó el progenitor. La Pulga se muestra cauta. "Tengo
muchas ganas de jugar. Pero lo único en lo que pienso
es en practicar y estar bien para cuando Pékerman piense
que puede estar con el equipo", admitió este atacante,
que debutó con la albiceleste hace poco menos de un
año ante Hungría, la misma selección con
la que se estrenó Maradona. Aunque en aquel partido,
Messi fue visto y no visto; 47 segundos y expulsado por
una fuerte entrada a un rival. La suplencia de este futbolista,
que firmó su primer contrato con el Barsa cuando aún
tenía 13 años en una servilleta, se ha convertido
en un asunto de Estado. Pero Pékerman sigue en sus
trece. Contra Serbia repitió la fórmula que le
dio la primera victoria ante Costa de Marfil: Saviola y
Crespo en punta. Messi esperó su oportunidad. Tuvo
pocos minutos en un partido sentenciado, pero todo el mundo
pudo ver la clase que tiene en sus botas. Pequeño,
hábil, rápido, este futbolista parece que lleva
el balón pegado a la bota. No hay quien se lo quite.
Su tristeza fue menos triste ayer. Sabe que en el Mundial
sub 20 del pasado verano empezó así, de suplente.
Pronto, el técnico se dio cuenta de su error. Titular
y campeón. ¿Seguirán Pékerman y Argentina
el mismo camino? Espero, por el bien de los albicelestes
y por el del fútbol, que el técnico cambie. Quiero
ver jugar a Messi
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