Antonio Castillo

Hasta seis banderas de diferentes países esperaban "su turno" en el asiento trasero del auto. Mientras, Gregorio Mujica seguía con atención el partido entre argentinos y serbiomontenegrinos en su casa. Con el primer gol se puso las medias azul claro, esas que le regaló Arcadia en su cumpleaños. La sensacional diana de Cambiasso, a pase de Crespo, hizo que el "gordo" se enfundara el boxer también azul.

Con el tercer gol de Maxi no hubo lugar a dudas. Mujica se colocó su franela celeste, salió al estacionamiento, se subió al carro y ajustó la bandera blanquiazul en el vidrio trasero. Implementó un "plan de vuelo" para el almuerzo, enfocándose en los restaurantes argentinos de El Rosal. La táctica le había funcionado en la Candelaria con el triunfo de España sobre Ucrania. Entonces _con su franela roja_, comió calamares en su tinta, tortilla, leche frita, y remató con cinco whiskies 18 años. Lo mejor de todo... no pagó un bolívar en medio de la vorágine que se desató tras la victoria de la Furia. Ayer esperaba repetir la faena. Cuando llegó a la barra todavía le quedó tiempo para celebrar el sexto tanto, salido de los botines de Messi. Abrazos y cánticos. "El señor ¿qué va a querer? Tengo un choricito que está de muerte, sequito, recién llegado de las Pampas", dijo el mesonero. "Está bien, tráigalo para picar con mis amigos...", dijo el "avispao" señalando a sus compañeros de barra que jamás había visto en su vida. Horas después y aprovechando la alegría trató de escabullirse, pero el mesonero lo capturó cuenta en mano. ¡Queeeé! ¿Ese choricito cuesta eso?, fue lo único que atinó a decir mientras buscaba en su cartera, también azul celeste.