La albiceleste dio un recital de buen juego y goleó 6-0 a Serbia y Montenegro para avanzar a octavos de final
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ESTEBAN ROJAS
EL UNIVERSAL
Miedo, muchísimo miedo, mete Argentina después
de un partidazo frente a Serbia y Montenegro. La goleada dio
alas a los sueños de su gente y demostró cómo
juega un legítimo aspirante.
El trabajo colectivo fue la clave en Gelsenkirchen y tal
fue el dominio del equipo de José Pekerman que el rival
desapareció por completo de la cancha. La albiceleste
gustó, ganó por goleada y avanzó a octavos
de final. Hubo un monologo de estrellas, todas con talento
suramericano.
La más brillante: Javier Saviola
El "Conejo" desequilibró constantemente para ser
el mejor futbolista del encuentro, aprovechando cada
espacio para saltar victorioso sobre las líneas
enemigas. Intervino en las jugadas para los tres primeros
goles y su tarea resultó impecable.
Así como Saviola maravilló, lo hicieron
sus compañeros. Nunca estuvo solo.
Todas las piezas funcionaron como una maquinaria:
un sobrio Juan Román Riquelme mantuvo las riendas,
Maxi Rodríguez aprovechó sus opciones
para marcar dos goles, Hernán Crespo fue contundente
y Lionel Messi al fin saltó al terreno para
demostrar por qué es el futuro de este deporte.
Valió la pena esperar por su debut, porque
en un cuarto de hora dio un pase a Crespo para un
tanto y puso su firma en otro.
Es difícil destacar a un héroe sobre
otro, porque en lo colectivo estuvo la grandeza
de una selección que impuso su juego desde
el primer minuto.
La avalancha albiceleste no tardó en derribar
el muro defensivo balcánico, que cayó
apenas en seis minutos con Maxi Rodríguez
reventando las redes.
Argentina crecía y su dominio era cada
vez mayor. Impresionantes resultaron los 25
toques consecutivos sin que los contrincantes
siquiera rozaran el balón que precedieron
el segundo gol. Fue un tanto de antología
con Crespo dando el último pase con un
taco en el área para que Esteban Cambiasso
pusiese el 2-0. Fue un homenaje al juego colectivo
y lo mejor de este Mundial.
Diego Armando Maradona regaló al mundo
aquella jugada en México 86, driblando
un hombre tras otro contra Inglaterra, una
genialidad individual; pero lo de ayer fue
una joya de grupo, no menos admirable.
Al final, millones de personas _incluyendo
al mismísimo Maradona, quien observaba
desde las gradas_ quedaron boquiabiertos.
No había otra opción. Quienes
pensaron que Serbia y Montenegro, obligada
a ganar, opondría más resistencia,
se equivocaron. Fue un equipo sin alma.
Y eso, por el contrario, sobró
en Argentina.
Un 3-0 al descanso era lapidario,
pero no era todo. Le llegó el
turno a la sangre nueva con Messi
y Tévez saliendo desde la banca.
Los europeos propusieron variantes,
pero no lograron cambiar nada. La
albiceleste fue demasiado y ellos
cada vez lucían más impotentes.
Argentina espantó los fantasmas
de eliminación de Corea-Japón
2002, pero hizo mucho más.
Dejó muy claro que habrá
que tomarlos en cuenta.
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