Alex Saldaña
No hay manera de que Brasil encuentre paz. Y mucho menos
Ronaldo, que capitaliza, incluso en los días de descanso
de su selección, todo lo que tiene que ver con la "canarinha".
En esta ocasión, incluso saltó la alarma después
de conocerse que el ariete madridista tuvo que visitar una
clínica de Fráncfort. ¿El motivo?
Unos extraños mareos y jaquecas que obligaron al delantero
a someterse a una revisión en un centro médico
y, lo que es peor, reavivar el recuerdo de la final del
Mundial de Francia 98. Mientras tanto el cuerpo técnico
y la Confederación Brasileña de Fútbol tratan
de quitar importancia al asunto: "Sintió unos mareos
después de la comida del mediodía y fue a hacerse
unas pruebas. No hay ningún misterio. No hubo nada".
Claro que tampoco hubo nada aquella extraña _y todavía
no suficientemente aclarada por nadie_ víspera de
la final de Francia 98 cuando Brasil perdió ante
los franceses por un categórico 3-0. Ronaldo jugó,
por decirlo de algún modo, y sólo después
se supo que había sufrido "mareos".
Como sucedió entonces, todos han corrido a tapar
cualquier atisbo de crisis. Otra vez se ha achacado
el episodio a la presión. ¿Presión, un
jugador que lo ha ganado todo por enfrentarse a Croacia
en la primera fase de un Mundial? Permítanme que
lo dude.
Ronaldo ha sido noticia desde que empezó la
Copa del Mundo. Incluso desde antes. Una lesión
muscular, ampollas en los pies, visitas nocturnas
a las discotecas, un cuadro de fiebre repentino, su
encontronazo con el presidente brasileño Ignacio
Lula Da Silva por defender una silueta de sílfide
que ni siquiera él cree tener, y ahora mareos...
Demasiadas noticias extradeportivas de un astro de
su categoría.
Lo cierto es que Ronaldo no es uno de esos deportistas
que uno pondría de ejemplo a sus hijos. Me
constan sus esfuerzos como embajador de la ONU y
su interés por colaborar con los niños
enfermos y pobres, pero su vida un tanto disoluta
no puede acabar bien. Las sorpresas y escándalos
que rodean a Ronaldo le han hecho ocupar en los
últimos años más espacio en las revistas
del corazón que en las páginas de los
diarios deportivos.
Su afición a las fiestas _con alcohol y
mujeres incluidos_ es un secreto a voces en Madrid
y en todo el mundo.
Claro que debe ser muy duro para un jugador
acostumbrado a siestear durante todo el año
_que se lo digan a los seguidores del Real Madrid_
intentar ponerse en forma en tan solo un mes
para disputar un intenso torneo como el Mundial,
que se juega a casi 40 grados de temperatura.
Sí, Ronaldo se marea. Y los médicos
no ven nada extraño en su organismo.
Sólo hallan excusas, y éstas siempre
aluden a la "inmensa presión" que ha
sufrido el jugador, que, ya a sus 21 años
tenía la "obligación" de garantizarle
el quinto título (objetivo cumplido cuatro
años después en Corea y Japón)
al combinado "verdeamarelho".
Pero para la "torcida" no hay excusas.
Ellos lo tienen cada vez más claro:
si un jugador de su calibre no sabe vivir
en este tipo de situaciones, lo mejor es
que se haga a un lado, se vaya al banquillo
y deje vía libre a jóvenes como
Robinho, Fred o Juninho Pernambucano. Ellos
no tienen problemas. Aparentemente.
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