Alex Saldaña
La sorprendente, por la forma en que se produjo, victoria
de Australia sobre Japón me ha ratificado en la creencia
_a estas alturas, certeza_ de que el holandés Guus Hiddink
tiene una flor en el trasero.
Cuatro años después de llevar a semifinales contra
todo pronóstico _tenía a favor todo lo demás,
incluso algunos arbitrajes, todo hay que decirlo_ a Corea
del Sur, un equipo que nunca había ganado un partido
en los mundiales, el holandés errante parece decidido
a volver a hacer historia, ahora con los "socceroos", que
vuelven al Mundial de su mano tras 32 años de ausencia.
Será mezquino ver en el éxito de Hiddink sólo
la mano de la diosa Fortuna. Hiddink ha sido elevado a los
altares de todos los sitios por los que ha pasado _que han
sido muchos_ a fuerza de talento y trabajo. Es un notable
director de grupos, a los que transmite la elegancia del
deporte rey.
Elegido para el cargo en 2005, tras la dimisión
de Frank Farina por sus malos resultados en la Copa Confederaciones,
en pocas semanas supo aplicar el rigor defensivo y sentido
táctico del que adolecían los australianos y
fue determinante en su clasificación, a expensas
de Uruguay. Si fue capaz de hacer de Corea del Sur un
equipo que practicaba el fútbol total, en Australia
supo explotar sus cualidades, y desaparecer sus defectos.
Centrocampista en el humilde De Graafschap Doetinchem
y el PSV, Hiddink empezó como entrenador en los
clubes de sus inicios como futbolista. En el PSV usó
un clásico 4-4-2 que hizo maravillas. El club de
la Philips acumuló trofeos: cuatro Ligas seguidas
y tres Copas, también encadenadas. En 1988, al
doblete nacional, el PSV sumó la Copa Europa.
Hizo las maletas para ejercer en el Fenerbahce turco
(90-91). No tardó en elevar las miras y, el
curso siguiente, aterrizó en el Valencia, donde
pasó dos años y tuvo gestos maravillosos
como ordenar retirar una esvástica de la zona
de los ultras. Fueron los mejores años del
club español, que ganó hinchas en todas
partes.
Suyo fue el equipo que desarrolló el fútbol
más espectacular en Francia 98, una Holanda
a la que sólo la suerte _esquiva, esta vez_
de los penaltis pudo apartar de una copa que por
juego había merecido.
Hombre afable y con un sentido extremo de la
deportividad, Hiddink, héroe nacional en
Corea del Sur, donde le adoran como a un dios,
es también un dolo en Australia. Tras el
Mundial se irá a la selección rusa.
Y es que este señor no para quieto.
Pareciera que la flor no le permite sentarse
demasiado tiempo en el mismo sitio. A ver
si un da se deja caer por Venezuela _con el
permiso de Richard Páez_ y vemos a la
vinotinto en un Mundial. Bueno, por ahora
fijémonos en Australia. Ya dio su primer
paso para pasar a octavos. Tiembla Brasil,
que viene Hiddink.
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