El conjunto de Ricardo Lavolpe fue contundente en la segunda parte ante el elenco iraní. No dieron respiro a la defensa y la estelar actuación del arquero mexicano Oswaldo Sánchez marcó la diferencia. Holanda no pasó apremios ante un conjunto de Serbia que puso poca voluntad para salir a la ofensiva ante el cuadro naranja.
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(Foto Reuters)
Nuremberg.- "¡Vamos, muchachos!", gritó, con
los ojos llenos de lágrimas. Oswaldo Sánchez vivió
ayer un día que no olvidará en toda su existencia.
Miraba al cielo y no había un alma en todo el estadio
que no supiera por qué.
Debutar como titular en un Mundial es una de las situaciones
más estresantes que pueda soportar un futbolista en
su carrera deportiva.
Cada segundo de las horas previas se consume entre tensiones,
jugadas soñadas y recuerdos de años y años
de sacrificios para que llegue por fin el momento que
está a punto de concretarse. Pera esas sensaciones
se multiplicaban hoy al infinito para Sánchez.
Su padre, Felipe, murió repentinamente el miércoles
a los 55 años, horas antes de volar a Alemania
para ver como su hijo cumplía su sueño infantil,
reseñó Dpa.
Para Sánchez, que ayer cantó por primera
vez su himno nacional en el campo de juego y no desde
el banquillo como en los dos Mundiales anteriores,
el partido ante Irán fue sencillamente irrepetible.
Durante las noventa horas previas al inicio del
torneo, que deberían haber sido de concentración
en el objetivo, Sánchez se sacudió por
la noticia, cruzó el Océano Atlántico
para dar el último adiós a su padre, volvió
junto a sus compañeros y se mentalizó
para hacer lo que ese padre hubiese querido: disfrutar
de la oprtunidad única que tenía y tiene
entre sus manos.
Entró último a la cancha saludando
con las dos manos, en una postura absolutamente
inusual y refrescante para la situación.
Sonrió con el corazón cuando la cámara
de televisión, con el himno mexicano de fondo,
reprodujo su rostro para el mundo entero. Recibió
la ovación de los 25.000 mexicanos que llenaban
el Frankestadion, tan religiosos y apegados a
sus familias la mayoría de ellos como el
propio Oswaldo.
El rezo y la mirada al cielo precedieron el
pitazo inicial de un partido que terminaría
con sonrisas, pero que se complicó en buena
parte de ese primer tiempo. Primero, Sánchez
debió mostrar lo mejor de sí durante
un duro juego que al final ganaron los mexicanos
3-1 con dos tantos de Omar Bravo y un tercero
de Zinha.
La victoria final lo hizo desplomarse sobre
sus rodillas en el césped, derramar lágrimas
de bronca y felicidad y abrazarse a todos
sus compañeros al grito de "¡Vamos, vamos!",
antes de dedicar el triunfo a la marea tricolor
y mirar una vez más hacia arriba.
González cumplió su sueño
a pesar del duro golpe.
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