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CARACAS, lunes 12 de junio, 2006 | Actualizado hace
 
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| FIESTA GERMANA
Sánchez impulsó a México

El conjunto de Ricardo Lavolpe fue contundente en la segunda parte ante el elenco iraní. No dieron respiro a la defensa y la estelar actuación del arquero mexicano Oswaldo Sánchez marcó la diferencia. Holanda no pasó apremios ante un conjunto de Serbia que puso poca voluntad para salir a la ofensiva ante el cuadro naranja.

El arquero Sánchez fue una muralla ante el conjunto iraní. Al abandonar el campo lo hizo bañado en lágrimas de emoción.
(Foto Reuters)
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  DIARIO
lunes 12 de junio de 2006  12:00 AM

Nuremberg.- "¡Vamos, muchachos!", gritó, con los ojos llenos de lágrimas. Oswaldo Sánchez vivió ayer un día que no olvidará en toda su existencia. Miraba al cielo y no había un alma en todo el estadio que no supiera por qué. Debutar como titular en un Mundial es una de las situaciones más estresantes que pueda soportar un futbolista en su carrera deportiva. Cada segundo de las horas previas se consume entre tensiones, jugadas soñadas y recuerdos de años y años de sacrificios para que llegue por fin el momento que está a punto de concretarse. Pera esas sensaciones se multiplicaban hoy al infinito para Sánchez. Su padre, Felipe, murió repentinamente el miércoles a los 55 años, horas antes de volar a Alemania para ver como su hijo cumplía su sueño infantil, reseñó Dpa. Para Sánchez, que ayer cantó por primera vez su himno nacional en el campo de juego y no desde el banquillo como en los dos Mundiales anteriores, el partido ante Irán fue sencillamente irrepetible. Durante las noventa horas previas al inicio del torneo, que deberían haber sido de concentración en el objetivo, Sánchez se sacudió por la noticia, cruzó el Océano Atlántico para dar el último adiós a su padre, volvió junto a sus compañeros y se mentalizó para hacer lo que ese padre hubiese querido: disfrutar de la oprtunidad única que tenía y tiene entre sus manos. Entró último a la cancha saludando con las dos manos, en una postura absolutamente inusual y refrescante para la situación. Sonrió con el corazón cuando la cámara de televisión, con el himno mexicano de fondo, reprodujo su rostro para el mundo entero. Recibió la ovación de los 25.000 mexicanos que llenaban el Frankestadion, tan religiosos y apegados a sus familias la mayoría de ellos como el propio Oswaldo. El rezo y la mirada al cielo precedieron el pitazo inicial de un partido que terminaría con sonrisas, pero que se complicó en buena parte de ese primer tiempo. Primero, Sánchez debió mostrar lo mejor de sí durante un duro juego que al final ganaron los mexicanos 3-1 con dos tantos de Omar Bravo y un tercero de Zinha. La victoria final lo hizo desplomarse sobre sus rodillas en el césped, derramar lágrimas de bronca y felicidad y abrazarse a todos sus compañeros al grito de "¡Vamos, vamos!", antes de dedicar el triunfo a la marea tricolor y mirar una vez más hacia arriba. González cumplió su sueño a pesar del duro golpe.

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