Portugal venció a Angola gracias a un primer tiempo fabuloso, luego esperó a que éste corriera
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JAVIER BRASSESCO
EL UNIVERSAL
Definitivamente hay quienes sólo aprovechan el viento
a favor para que les refresque los riñones. Portugal
lo tuvo todo para dar una demostración de superioridad,
pero terminó cayendo en el resultadismo italiano, en
la racanería de la que hablan los españoles, en
el conformismo universal.
No es ni siquiera que Portugal se haya replegado o que
fuera asfixiado por un rival que no tiene con qué;
es que simplemente llegó un punto en que ya ni le importó
hacer nada que no fuera esperar a que corriera el tiempo,
renegando así de una primera parte fabulosa que hizo
soñar a muchos hinchas, los mismos que terminaron el
partido con un abucheo monumental.
Porque el Portugal de la primera parte hizo recordar
al de la Eurocopa 2000, aquel equipo que ganó todos
sus partidos antes de caer en la semifinal y en tiempo
extra ante los campeones franceses: rapidez y llegada
por ambas bandas, un mediocampo fenomenal y, sobre todo,
un Figo que corría como si tuviera veinte años.
Sólo gracias a él Pauleta hizo el único
gol del encuentro, gracias a él los lusos no extrañaron
a Deco, gracias a él se supo de Simao y Cristiano
Ronaldo, este último tan talentoso como preocupado
en que el mundo se enterara de que él estaba allí,
demasiado ensimismado en su histrionismo como para que
las cosas le salieran del todo bien.
Cumplido ya el minuto sesenta, algo empezó a cambiar.
Miguel perdía balones en ese mediocampo hasta entonces
cuasiperfecto, Figo se acordaba de que dentro de poco
cumplirá 34 años y Scolari sustituía
a Cristiano Ronaldo por Costinha. El resultado fue que
los portugueses sumieron el partido en la intrascendencia.
Tal vez estaban cansados y prefirieron guardarse para
el próximo partido, quizá pensaron que bastaba
con asegurar los tres puntos, que al fin y al cabo es
lo único que cuenta, pero lo cierto es que los
lusos se quedaron a merced de un error defensivo que,
por suerte para ellos, no ocurrió nunca porque
Carvalho se mostró como el gran jugador que ha
sido siempre. Otra razón para que no sufrieran
siquiera un susto es que Angola dio la razón a
quienes decían que ese era el más débil
de los equipos africanos: aparte de poder físico
y tiros lejanos, los angoleños no mostraron nada.
El juego era uno de los más esperados, sobre
todo por su tremenda carga simbólica: el antiguo
vasallo enfrentaba a su antiguo amo, al país
que le colonizó con rapacidad y luego le descolonizó
con desdén, dejándole sumido en una guerra
civil que duró veintisiete años. Casi todos
los angoleños que jugaron ayer tienen hoy pasaporte
comunitario y juegan en Portugal, mientras que entre
los portugueses sólo Pauleta y Figo estaban vivos
en 1975, año en que Angola dejó de ser colonia,
pero igual la expectativa era enorme.
Portugal demostró que tiene equipo para llegar
lejos, pero al mismo tiempo que le falta espíritu
y ansia goleadora. Y para ser campeón no basta
con que tus jugadores tengan calidad. También
es necesario que tengan alma.
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