Los ecuatorianos vitorearon a su selección en los barrios Las Torres y La Fortuna. Fue otro viernes de colas; sin embargo, la ciudad se transmutó: los locales nocturnos abrieron en el día y la política dejó de ser el tema. Aún así siempre hay alguien que habla de Chávez. "Yo le voy a Alemania, pero si él apuesta a ellos nos fregamos"
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(Foto Nicola Rocco)
JOSEPH POLISZUK
EL UNIVERSAL
No hubo hooligans por Caracas, pero sí una buena barra
de fanáticos que ayer puso a prueba las gargantas criollas.
La euforia del fútbol secuestró el ánimo de la
ciudad y, aunque no se trataba de una parábola cristiana,
los televisores se multiplicaron por las calles, esquinas y
centros comerciales, para seguir el juego inaugural de Alemania
2006.
Luis Ramírez y otros buhoneros de la parroquia Candelaria
compraron televisores pequeños para no perder detalles
del Mundial; una tribuna copó el Centro Comercial San
Ignacio para seguir el partido de Alemania-Costa Rica en pantalla
gigante; y los vendedores de copias de videos que hay en la
avenida Andrés Bello transmitieron los partidos, mientras
los dueños de las tascas y quioscos de la avenida Urdaneta
instalaban monitores.
En la arepera El Chispazo, por ejemplo, el Mundial dio
un buen ejemplo de la "unión cívico-militar":
los empleados del lugar compartían su monitor con los
custodios del Minjusticia que cruzaron la calle para ver
el partido. "No vayas a decir groserías que la guardia
está cerca", bromeaba Wilmer Díaz.
La Copa del Mundo no paralizó la ciudad, pero sí
dejó ver pupitres vacíos y ausencias laborales.
El taxista Julio Weffer se devolvió a su casa antes
del mediodía y Leni Benacerraf, de 10 años,
faltó al colegio para ver el juego junto a su familia.
Aun así, muchas empresas se convirtieron en estadios.
La agencia de publicidad Nexus, por ejemplo, permitió
que sus empleados vieran el partido desde Los Cortijos.
Fue otro viernes de colas, sin embargo, Caracas se
transmutó: los locales nocturnos de La Castellana
abrieron en el día y las numerosas banderas del
popular Brasil flameaban, entre otras, desde los carros
que circulaban por la autopista Francisco Fajardo.
La gente, entretanto, apostaba a su equipo. Como
buen español, Raúl Fernández aseguraba
que "este año sí" ganaba. Luciana Iacono
decía que iba por Italia por aquello de que "la
sangre llama" y Boris Felipe bromeaba al advertir
la supremacía del "Tercer Mundo sobre el Primero".
La política pasó a un segundo plano.
Aun así, el presidente de la República
no dejó de ser mencionado. "Hay que esperar
si Chávez le va a algún equipo", advertía
Iván Frías desde la tasca Mallorca de
Candelaria. "Yo le voy a Alemania, pero si él
apuesta a ellos nos fregamos". Por si no le creían,
comentaba que el primer mandatario le quitó
las elecciones al ex candidato peruano Ollanta Humala.
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