El crack del Barcelona ya es considerado el mejor jugador del mundo, un verdadero astro dentro y fuera de la cancha que hace vibrar al público con su sonrisa de niño y sus gambetas impensables. Pero si consigue realizar un buen Mundial al mando de la temible selección de Brasil podría alcanzar el trono de astros como Pelé y Maradona
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JOHN CARLIN
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
Cuando observamos a Ronaldinho, el futbolista más talentoso
y letal del mundo, lo que vemos es el epítome sonriente
de la cultura del placer de Brasil. Cuando observamos a John
Terry, comprendemos mejor cómo fue que una nación
insular llegó a conquistar la mitad del mundo conocido.
Terry _capitán del equipo campeón de la Premier
League británica, Chelsea, y pilar de la defensa de
su selección nacional_ tiene la estatura, la masa y
el aire de frialdad característicos del sargento británico
que en los días del imperio inspiraba terror en sus
tropas y en los enemigos.
Cuando los dos jugadores se enfrentaron cara a cara en
un partido este año, fue algo más que un choque
entre dos formas diferentes de jugar fútbol, de encarar
la vida; fue un ejemplo clásico, o al menos lo pareció,
de una fuerza incontenible que se abalanza contra un objeto
inamovible.
Ocurrió en marzo, en un momento crítico durante
el choque la temporada pasada de dos titanes europeos,
Barcelona con Ronaldinho contra Chelsea, en octavos
de final de la Liga de Campeones, la mayor competencia
de clubes. El marcador indicaba 0-0 y quedaban 12 minutos
de juego. Ronaldinho recibió el balón en el
centro del mediocampo, a casi 14 metros del área
penal de Chelsea. A su alrededor había cuatro defensas.
Dejó a uno colgado y evitó a otros dos.
El cuarto, el último hombre que se interponía
entre él y la gloria, era John Terry. La respuesta
de Ronaldinho fue hacer lo que hace mejor que cualquiera:
lo inimaginable. Tras hipnotizar las filas de Chelsea
con la velocidad de sus pies y los virajes de sus
danzarinas caderas, enfrentó la fuerza bruta
con fuerza bruta. Y ganó. Esquivó al Goliat
inglés _sin cometer falta_ y lo dejó caer
en la grama. Y fue desde esta penosa posición
que el mejor defensa de Londres se quedó mirando
mientras el brasileño fustigaba la pelota, rastrera
y certera, hacia la red, burlando al guardameta.
Esa secuencia eléctrica de acontecimientos
_apenas pasaron cuatro segundos desde que Ronaldinho
recibió el balón hasta que lo chutó_
condensó, para los millones de aficionados
que seguían el partido, una de las grandes
verdades del fútbol conocida por todos: los
ingleses inventaron el juego, pero los brasileños
lo perfeccionaron. Encontraron un pedazo de carbón
y lo dejaron convertido en diamante. Patentaron
lo que se conoce en todo el mundo como el "jogo
bonito", el juego bonito, un estilo de fútbol
que combina la exuberancia con el éxito y que
Ronaldinho encarna más que cualquier otro jugador
de fútbol que esté activo.
Brasil en sus pies
Tras ganar las copas de 1994 y 2002,
con un segundo lugar en Francia 1998, Brasil
es nuevamente el favorito, por motivos racionales
y sentimentales. Una aplastante victoria
4-1 sobre Argentina (que conquistó
la Copa Mundial en dos ocasiones y siempre
es uno de los equipos favoritos) en un torneo
en Alemania a mediados del año pasado
reforzó una idea que se ha estado cimentando
desde 2002: que Brasil no sólo ganará
de nuevo, sino que también lo hará
de una manera no vista desde 1970.
Ronaldo, el atacante más admirado
del deporte en años recientes, está
de regreso. Igual es el caso de Cafú,
el capitán, y Roberto Carlos, el
lateral con más actitud de atacante
en la historia del juego y con el disparo
más contundente. Otras tres nuevas
superestrellas jóvenes han surgido:
Adriano, Kaká y el joven Robinho.
Por último, quizás lo que
genera más entusiasmo, el equipo
de este año contará con Ronaldinho,
el actual Jugador Mundial del Año,
premio que ha recibido en dos oportunidades,
y ganador del no menos prestigioso reconocimiento
Jugador Europeo del Año en noviembre
pasado. En mayo, condujo a Barcelona
a su segundo título consecutivo
en la Liga Española y a una victoria
en la Liga de Campeones.
Independientemente de lo que ocurra
en esta Copa Mundial, Ronaldo de Assis
Moreira, un mediocampista atacante
que todos conocen como Ronaldinho,
ya ha hecho más que suficiente
no sólo para mantener viva la
leyenda de Brasil, sino que también
le ha infundido un nuevo vigor. No
tanto por lo que ha logrado, mucho
para un jugador que acaba de cumplir
26, sino por la manera en que lo ha
conseguido.
Al igual que Pelé, anota goles
sublimes, y en gran número;
es casi indiscutiblemente el mejor
y más penetrante haciendo pases,
el maestro de la asistencia; quizás
sea insuperable en el dominio que
ejerce sobre el balón. Además,
juega con una gran sonrisa en el
rostro, incluso cuando falla.
Aunque muchos jugadores profesionales
en cada deporte parecen expresar
las preocupaciones del mundo en
sus rostros mientras juegan, Ronaldinho
irradia la alegría de un
niño de ocho años totalmente
despreocupado. Casualmente, esa
la edad que tenía cuando
su padre sufrió un ataque
cardíaco en una piscina y
se ahogó. Después de
esa terrible experiencia que nunca
ha olvidado (después de cada
gol que anota, mira hacia el cielo
y apunta un dedo que significa,
"Para ti, papá"), a Ronaldinho
se le podría perdonar si
fuera introvertido o taciturno.
Sin embargo, parece ser exactamente
lo contrario.
También es cortés
_una de esas personas que siempre
dicen "después de usted",
"No, después de usted"_
y parece tener poco de las ínfulas
que se podrían esperar
de una superestrella, por no
hablar del deportista vivo más
celebrado en todo el mundo.
No se pavonea, y cuando le piden
que describa aquel gol en el
que provocó que John Terry
cayera a la grama, elegantemente
presenta excusas para el potente
defensor del Chelsea. "Tuve
la buena suerte de acercarme
a él después de alcanzar
cierta velocidad, mientras que
él venía de una posición
estática. Yo tenía
una gran ventaja"
Potencia europea
Aunque se muestra
muy orgulloso de ser
brasileño _¡Me
encanta la forma en
que jugamos fútbol!_,
Ronaldinho reconoce
tener una deuda con
Europa, cuyo estilo
de juego más rápido
y agresivo lo ha obligado
a volverse un atleta
más completo, "mucho
más fuerte", desde
un punto de vista físico.
Con todo, Brasil
ofrece una ventaja,
en opinión de
Ronaldinho, en el
grado extremo de obsesión
con el que el fútbol
penetra la vida nacional.
"No importa a donde
vayas en Brasil, no
importa a donde mires,
hay gente jugando
fútbol. Todo
el día y la noche,
niños con niños,
padres con sus hijos,
abuelos con sus nietos,
adultos con adultos,
mujeres u hombres:
todo el mundo, en
todas partes. Y si
no están jugando
con una pelota, jugarán
con una lata de refresco".
Tostao, quien jugó
con Pelé en
aquella selección
brasileña de
1970, que derrotó
a Inglaterra en
el camino, es un
gran admirador de
Ronaldinho.
El capitán
del equipo inglés,
David Beckham,
sugiere Tostao,
tiene la habilidad
para hacer lo
que puede hacer
un jugador brasileño,
pero no lo hace
porque está
atrapado en su
mentalidad y cultura
inglesas. No puede
nutrirse de lo
que Tostao llama
"la inconciencia
imaginativa del
fútbol inglés,
que se transmite
de una generación
a la otra".
Esa inconciencia
colectiva es
quizás
a lo que Ronaldinho
se refiere,
aunque sin formularlo
de esa forma,
cuando habla
del enigma de
cómo, a
pesar de que
todos los mejores
brasileños
juegan en Europa,
se las arreglan
de alguna manera
para funcionar
como equipo
cuando están
juntos.
"Nos fuimos
de Brasil
siendo jóvenes,
pero permanecimos
allá
hasta que
teníamos
al menos 15
años,
usualmente
más",
cuenta. "Así
que todos
tuvimos el
mismo aprendizaje,
y cuando nos
encontramos
en la selección
nacional,
la comunicación
es fluida.
Además,
para estar
en el equipo
brasileño,
se debe jugar
un fútbol
de mucha calidad,
y cuando juegas
con gente
tan buena,
el juego se
hace fácil
y las cosas
fluyen naturalmente".
Ronaldinho
se puede
acercar
al secreto
del fútbol
brasileño
_la alianza
de disciplina
y habilidad
con imaginación
superior_
cuando explica
su papel
en el equipo.
"Cuando
entreno",
dice,
"una de
las cosas
en las
que me
concentro
es en
crear
una imagen
mental
de la
mejor
forma
de entregar
un balón
a un compañero,
preferiblemente
de manera
que quede
solo frente
a la meta
contraria.
Entonces,
lo que
hago,
siempre
antes
de un
juego
_siempre,
cada mañana
y cada
noche_
es tratar
de pensar
las cosas,
imaginar
jugadas
en las
que nadie
más
haya pensado,
y siempre
hacerlo
teniendo
en mente
las fortalezas
particulares
de cada
compañero
de equipo
a quien
le paso
la pelota.
Cuando
construyo
esas jugadas
en mi
mente,
tomo en
cuenta
si a un
compañero
le gusta
recibir
el balón
en sus
pies o
delante
de él,
si es
bueno
con la
cabeza
y cómo
prefiere
cabecear
la pelota,
si es
más
fuerte
con su
pie derecho
o el izquierdo.
Es mi
trabajo,
es lo
que hago.
Imagino
el juego".
Heredero
de
Pelé
Ronaldinho
imagina
el
juego
tan
bien
que
algo
está
ocurriendo
en
el
mundo
del
fútbol,
algo
que
hubiera
sido
impensable
10,
5
o
2
años
atrás:
la
gente
comienza
a
preguntarse
si
Ronaldinho
podría
estar
a
la
misma
altura
de
los
dos
grandes
dioses
del
balompié
mundial,
Pelé
y
Maradona.
"La
gran
polémica
ya
comenzó
en
Brasil",
dice
Juca
Kfouroi,
un
prominente
comentarista
de
TV
y
periódicos
de
Brasil
"y
la
gente
mayor,
la
gente
de
mi
generación,
se
resiste
a
hacer
la
comparación,
naturalmente.
Pero,
¿sabes
algo?
No
hay
forma
de
evitarla:
Ronaldinho
está
reinventando
el
fútbol.
Es
el
jugador
más
creativo
y
vistoso
que
hemos
visto
en
cualquier
lugar
en
años".
El
propio
Maradona
dijo
casi
lo
mismo
en
una
entrevista
con
el
diario
español
Sport.
"Es
impresionante
cómo
Ronaldinho
puede
combinar
tanto
técnica
como
velocidad",
indicó
el
argentino.
"Sólo
es
posible
porque
tiene
una
mente
privilegiada.
Piensa
muy
rápido.
Sabe
qué
hará
antes
de
que
el
balón
llegue
a
él.
Es
un
espectáculo
por
sí
solo".
De
hecho,
es
tan
espectacular
que,
señala
Kfouri,
Tostao
causó
un
gran
estremecimiento
en
el
mundo
del
fútbol
cuando
se
preguntó
en
una
reciente
columna
en
el
mayor
periódico
de
Brasil,
Folha
de
Sao
Paulo,
si
se
pudiera
colocar
a
Ronaldinho
en
el
pedestal
más
alto
de
todos.
Fue
un
pensamiento
inspirado
y
poco
sorprendente,
viniendo
de
un
hombre
que
tuvo
la
suerte
de
jugar
en
la
línea
delantera
de
Brasil
36
años
atrás
junto
al
jugador
conocido
desde
entonces
en
el
país
como
O
Rei,
el
Rey.
"Sí",
admite
Tostao,
"he
planteado
este
asunto.
He
demostrado
que
en
2002,
Ronaldinho
fue
un
jugador
tan
importante
como
cualquiera
en
el
equipo
brasileño,
y
hoy
es
aún
mejor
futbolista
que
entonces.
Jugué
con
Pelé.
Pelé
siempre
ha
sido
el
más
grande.
Y
creo
que
Ronaldinho
aún
está
detrás
de
él,
pero...".
¿Y
ese
gol
contra
Chelsea?
¿Ese
triunfo
de
la
poesía
brasileña
sobre
la
prosa
inglesa?
¿No
habría
estado
Pelé
orgulloso
de
aquello?
Sí,
reitera
Tostao.
Pero
no
se
trata
sólo
de
los
goles
que
Ronaldinho
anota.
Se
trata
se
esos
pases
que
sirve
en
bandeja
para
sus
compañeros.
Eliminó
a
un
gran
equipo
como
el
Milan
en
las
semifinales
de
la
Liga
de
Campeones
de
esa
forma,
entregando
una
asistencia
con
un
toque
mágico.
Sus
pases
son
tan
decisivos
como
sus
goles.
"Sí",
continúa
Tostao,
pensativo,
vacilante,
coqueteando
con
una
herejía,
"es
posible.
¿Quién
sabe?
Dentro
de
un
año
podríamos
estar
diciendo
que
Ronaldinho
es
tan
bueno
como
lo
fue
Pelé".
*John
Carlin
es
colaborador
de
The
New
York
Times
Traducción:
José
Peralta
Traducción:
José
Peralta
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